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"La diplomacia de la pierna" - El recurso de la ironía como base del relato

  • Foto del escritor: Ariel Villar
    Ariel Villar
  • 27 ago
  • 3 Min. de lectura
Ilustración de 4 pasajeros del tren Roca

El Roca venía cargado como WhatsApp de ex tóxica. Yo me subí en Temperley con esa fe ingenua de los lunes y, al toque, me tocó asiento enfrentado: cuatro desconocidos negociando soberanía sobre el mismo centímetro cuadrado de humanidad.


Frente a mí, un pibe con auriculares enormes, look de DJ que todavía no cobró la fecha. A mi lado, una señora con tuppers —olor a milanesa fría y triunfo doméstico—. Completaban cuadro un señor de traje con maletín (marca “promoción bancaria”) y una piba con carpeta de la facu forrada en contact, prolijidad que mete miedo.


El tren arrancó y empezó la diplomacia de la pierna.

Primero, tanteo: cada quien apoya apenas la rodilla, como quien deja una toalla en la reposera de la playa a las seis de la mañana.


—Perdón —dice el de traje, aflojando sonrisa de banco—.

—Tranqui —dice la piba, que en realidad quiere decir sacá ese fémur de mi ZONA.


La señora del tupper, sin pedir permiso, abre una servilleta y ofrece pan casero. Democracia directa.

—¿Caserito?

—Si tiene gluten, yo paso —dice la piba.

—El gluten es de Dios —declara la señora, y guarda el pan con dignidad patriótica.


Primer frenazo en Lomas de Zamora: el DJ casi aterriza en mis medias. Lo sostengo del buzo.

—Gracias, maestro —me dice, y suena una cumbia bajita desde el auricular fugado.

—No hay drama. Igual la próxima te cobro abono —le tiro.

Nos reímos con esa complicidad de trinchera que tienen los que llegaron a subir.


Vuelve la guerra fría abajo del tablero: mi rodilla y la del traje chocan como países límite. Toc.

—Uy, perdón —dice él.

—Todo bien —miento yo, mientras intento plegar la rótula como origami.


La piba abre la carpeta. Aparece un apunte subrayado: “Teoría de juegos. Equilibrio de Nash.” Me dieron ganas de pedirle que arbitre.

—Che —me animo—, ¿no podés aplicar teoría de juegos y decirnos cómo acomodamos las gambas sin romper la paz social?

La piba sonríe, acepta el desafío, saca una birome como si fuera una varita.

—A ver. Si todos ceden un poco, todos ganan. Equilibrio cooperativo.

—Yo cedo —dice el DJ, y cruza piernas versión flamenco.

—Yo también —dice el traje, apretando el maletín contra el pecho, tipo salvavidas del Titanic.

—Yo no cedo nada —dice la señora—, porque llevo milanesas y una espalda con historia.

Silencio. Todos asentimos. La ciencia se rinde ante la milanesa.


Banfield. Suben tres más, uno con termo, otro con cara de lunes eterno, y un tercero que saluda al aire como si fuéramos todos primos. El DJ ofrece auricular: suena esa cumbia que arregla días. La piba acepta un ratito, mueve la cabeza. El traje mira el reloj cada veinte segundos, método para fabricar ansiedad casera.


Frenazo final antes de Constitución: el tren respira hondo, nosotros también. Por un instante, las rodillas encuentran el Equilibrio Único y Verdadero: un encastre milimétrico, como Tetris en nivel experto. Nos miramos. Sonreímos. Hay paz.


—Viste —dice la piba—, funcionó.

—Funcionó porque nadie aguantaba más —contesto.

—Y porque yo no iba a soltar las milanesas —cierra la señora, con autoridad de abuela peronista.


Puertas al andén. Nos levantamos en coreo ridícula. El DJ me choca el puño.

—Gracias por el rescate, maestro.

—De nada, pero la próxima traé dos auriculares más y hacemos convenio colectivo.

El de traje, ya en modo sprint, se va sin despedirse.

La piba me muestra la carpeta: en el margen dibujó cuatro rodillas con flechitas y puso: “Conurbano Nash.”


Me bajo y me río solo, como bobo feliz. Porque en el Roca, a veces, la risa aparece sin aviso: en un centímetro cuadrado de asiento, donde el mundo decide que, por cinco estaciones, puede ser menos salvaje. Y después seguimos, cada uno a lo suyo, con la certeza humilde de que hoy ganamos una batalla chica: no nos matamos por una rodilla. Y hasta compartimos cumbia. Y olor a milanesa. Y eso, en días como estos, es casi una fiesta.


Ariel Villar

Café Temperley☕


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Ariel Villar

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