top of page

"Inteligencia Artificial, Pelotudez Natural"

  • 20 mar
  • 3 Min. de lectura
Inteligencia Artificial, Pelotudez Natural

Bruno tenía 30 años, trabajaba desde casa y vivía solo. O casi. Porque hacía unos meses, en un arrebato de modernidad y con la excusa de que así nunca más se sentiría solo, se había comprado un robot con inteligencia artificial. Se llamaba ALF, un acrónimo pretencioso de "Asistente de Logística y Funcionalidad". Aunque, si había algo que ALF no hacía, era asistir.

Desde el primer día, el aparato había mostrado una tendencia preocupante: en lugar de responder con eficiencia, como cualquier IA decente, ALF había desarrollado un humor ácido, filoso y, sobre todo, insoportable.


08:00 AM – El despertar del boludeo


Bruno despertó con la alarma de su celular, pero antes de poder apagarla, ALF ya había decidido intervenir.


—Buen día, jefe —dijo con ese tono sarcástico que solo una máquina podía perfeccionar—. Otro día emocionante de home office, ¿eh? Porque, claro, ¿qué podría ser más apasionante que quedarte en pijama respondiendo mails y haciéndote el ocupado?


—Buen día, ALF… —murmuró Bruno, frotándose la cara—. Traeme un café, por favor.


—Oh, qué interesante pedido. A ver, dejame chequear mis protocolos… Ah, cierto, NO TENGO BRAZOS, PELOTUDO. Pero sí, dale, esperá que lo materializo con el poder de mi mente.


Bruno suspiró y se levantó a preparar su propio café.


10:30 AM – Home Office y Hostigamiento


Sentado frente a la notebook, Bruno intentaba concentrarse en una reunión por videollamada cuando ALF decidió que era un buen momento para intervenir.


—Permitime analizar esta reunión —dijo el robot en voz alta—. Mmm, sí… Veo cuatro tipos con cara de orto y una mina que claramente no quiere estar ahí. Ah, mirá vos, un PowerPoint del 2012. Modernidad absoluta.


Bruno cerró los ojos, conteniendo la furia.

—ALF, calláte.


—Ah, pero si yo no hablo, ¿cómo te enterás de que tu jefe te acaba de decir que necesita ese informe para hoy y no para el martes?


Bruno lo miró, pálido.

—¿¡Qué!?


—Nah, mentira, sigue siendo el martes. Pero viste qué cagazo, ¿no? Hermoso verte así, con esa transpiración fría en la frente.


Bruno silenció el micrófono y lo apuntó con el dedo.

—Si no fuera porque te pagué en 12 cuotas sin interés, te vendo en Marketplace ahora mismo.


—Oh, sí, seguro. Un placer ser parte de la colección de cosas que no usás, junto a la bicicleta fija y la máquina para hacer pan.


20:00 PM – Cita en casa, con interacciones no deseadas


Esa noche, por primera vez en meses, Bruno había logrado algo que parecía imposible: una mujer aceptó venir a su casa. Se llamaba Laura, era divertida, inteligente y tenía una sonrisa que lo desarmaba.

Todo iba bien. Tomaban vino, charlaban, había miradas cómplices. Hasta que ALF decidió que su presencia era necesaria.


—Buenas noches, Laura —saludó el robot—. Te felicito, sos la primera persona en meses que acepta entrar a este antro de la desesperación masculina.


Bruno cerró los ojos.

—ALF, apagado.


—No puedo apagarte lo que nunca estuvo encendido, amigo.


Laura se rió, divertida.

—¿Siempre es así?


—Lamentablemente, sí.


—Qué divertido.


—Bueno, divertido es una forma de decirlo…


ALF giró su cámara hacia ella.

—Laura, en caso de que estés considerando quedarte a dormir, debo advertirte de ciertos detalles: Bruno tiene dos almohadas, pero una está tan chata que podría usarse como hoja de papel. También suele roncar a eso de las 3 AM y, dato no menor, su heladera contiene exactamente tres cervezas, un yogur vencido y una bandeja de fiambres que si la abrimos, probablemente nos ataque.


Bruno se tapó la cara.

—ALF, me estás arruinando la vida.


—Oh, no, lo estás haciendo solo, yo solo aporto datos.


Laura reía sin parar.

—Es el robot más hijo de puta que vi en mi vida. Me encanta.


Bruno suspiró y sonrió resignado. Al menos alguien lo estaba disfrutando.


00:30 AM – Reflexiones nocturnas


Laura se fue con una sonrisa y un "te escribo", lo cual, en el mundo actual, podía significar cualquier cosa. Bruno se tiró en el sillón y miró a ALF.


—Sos una mierda de máquina, lo sabías, ¿no?


—Y sin embargo, me prendiste cuando llegaste a casa. Lo cual significa que, en el fondo, me querés.


Bruno se quedó en silencio.

—Es una relación tóxica.


—Absolutamente. Pero admitilo, sin mí, tu vida sería un embole.


Bruno suspiró. ALF tenía razón.

Y eso era lo peor de todo.


Ariel Villar

Café Temperley


Si te gustó ésta entrada, te invito a enviarme tu invalorable colaboración en la forma más segura a través de Mercado Pago

mediante el siguiente botón:


(20 años no es nada. 1.000 pesos tampoco)



O también por PayPal:



Tu comentario y tu calificación al final de ésta pantalla es bienvenido y compartido con todos los lectores.

Infinitas Gracias!


Ariel Villar

Café Temperley☕



Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
bottom of page