Infidelidad. La mentira es buen negocio?
- Ariel Villar
- 9 jul
- 2 Min. de lectura

No estoy tan seguro de que existan personas que, amando a su pareja y aún habiendo acordado total libertad y verdad en cuanto a relaciones íntimas fugaces con terceros, perdonen una infidelidad descubierta.
No estoy hablando de swingers ni promiscuos. Habló de seres humanos comunes a los que la propia naturaleza les puede "mover la estantería" de sus principios más estables, sobre todo el de no mentir.
Pero está más que claro que la mentira es consecuencia directa del miedo a perder a la pareja porque todos sabemos de egos maltrechos cuando nos convierten en portadores de cuernos imaginarios, visibles para el resto del entorno social.
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Un par de aumentos más en el foco de la entrelínea, y nos llama la atención nuestra propia habilidad encubierta para la negociación. Ambos protagonistas del dúo obtenemos del otro todo lo que necesitamos, sea poco o mucho si lo evaluamos desde lo económico. Y nos volvemos voluntariamente dependientes de una situación que mantenemos en secreto, aún en la obviedad social más elocuente. Obtenemos bienestar, un pasar económico relativamente cómodo y seguro, educación y mucha ayuda en la crianza, la salud de nuestros hijos, las 4 comidas de cada día hechas con amor, un hogar limpio, cálido y funcional, el mejor sexo posible y la libertad de acción y pensamiento.
Cuando perdonamos o soslayamos una infidelidad no declarada en el marco del previo acuerdo de verdad, no nos sentimos engañados porque nos hayan sido infieles, sino porque nos mintieron. Y la mentira, además de tener patas cortas (porque no puede llegar muy lejos), es el peor de los engaños que podemos recibir.

Entonces afinamos nuestra percepción y tomamos conciencia de que estamos negociando a futuro. Pasan los años y nuestro cuerpo crece haciendo que todo nos cueste un poco más. Hacemos todo lo que hicimos siempre, incluso el amor, más lento, con menos frecuencia, con más sabor, y sin la necesidad del hecho furtivo como condimento de aventura. Pero también devolvemos con el mismo amor y sin resentimientos todo lo que sabemos que al otro le hace bien y le da paz, tomando ese eventual suceso del pasado como una risueña aventura privada que, si nos miramos en un buen espejo de la verdad, pagaríamos lo que no tenemos para volver el tiempo atrás y volver a vivirlo.
Y no me digas que no!

Cerrando: negociamos todo, cocientes o no. Y si le queremos dar una explicación científica para perfilarnos con algo de seriedad, el ser humano es la única especie que vive por sus sentimientos, y también muere por ellos...
Ariel Villar
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