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El café de la confianza☕

  • Foto del escritor: Ariel Villar
    Ariel Villar
  • 4 sept
  • 2 Min. de lectura
Papá tocando guitarra y su hija cantando
Papá tocando guitarra y su hija cantando

Nos sentamos a charlar, como siempre, con un pocillo delante y la certeza de que educar es un oficio que nunca se jubila. Los pibes adolescentes reclaman libertad, nosotros pedimos prevención. Y en el medio, la vida se ríe bajito.


Porque la libertad que pedimos a gritos suele costar más de lo que imaginamos. Y aunque prevenir es un gesto de amor, muchas veces prefieren enfrentar consecuencias, como si fueran medallas de valentía.


La confianza no se firma: se gana y se rompe en segundos. Y cuando los límites no se aceptan a tiempo, tarde o temprano aparecen los que la vida pone a los golpes.


El control es incómodo, sí, pero la ausencia de cuidado es mucho peor. Un “me colgué” puede pesar más que un “te salvé”.


La independencia es hermosa hasta que toca pagar el precio del error. Y a nosotros nos queda el aprendizaje más duro: educar también es aprender a no estar, aunque duela.


Porque los padres no somos eternos; lo eterno son las huellas que dejamos. Y mientras tanto, entre un café y otro, repetimos en voz baja que la prevención evita dramas, y la soberbia los provoca.


Y así, mientras ellos creen que nos ganaron con su “me colgué”, nosotros sabemos que la vida ya les está preparando la factura.

Y no acepta Mercado Pago ni tarjetas de crédito.


Ariel Villar

Café Temperley☕


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Ariel Villar

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