"Dejar morir". Cómo expresión podemos aplicarla a muchas cosas: dejar morir una idea, un sueño, un proyecto, una relación, un trabajo que ya no nos sirve, un animal con hambre en la calle, o peor aún, una persona con hambre en la calle.
Claro, la indiferencia nos camufla el corazón de piedra con frases como: "no es mí problema" o "no puedo hacerme cargo de todo".
Pero esa indiferencia también nos ahorra el tener que perder 10 segundos en un semáforo para estirar la mano con unas monedas o 2 minutos para dar un paquete de fideos o arroz cuando te tocan el timbre.
Y es en ese momento cuando "dejar morir" se convierte en "matar". Y no estoy acudiendo a tu sentimiento de culpa para sensibilizarte. Querés un ejemplo? Ok:
Cuando se denuncia un hecho de violencia familiar la justicia no sólo determina quién es el agresor. También busca testigos los que, si se lo permitieron y no hicieron nada para impedirlo son incluidos en la causa bajo el rótulo de "culposo", por caso homicidio.
Sucede que es más fácil zafar de un culposo que de un primer grado. Pero no tengamos dudas: dejar morir es lo mismo que matar.
Por caso, cuántas veces vemos o peor aún, somos protagonistas en una relación que ya no va más, y en lugar de hablar las cosas de frente y terminarla como corresponde, se la deja morir con indiferencia?
Una moneda, un paquete de fideos, un poco de agua para un perrito callejero, o un "gracias por todo" y un "Dios te bendiga", marca la diferencia del material con el que estás hecho.
Ariel Villar
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