Tal vez recién te estés acomodando del lado de la ventanilla para tener las mejores vistas, porque acabás de comprender que se trata de un viaje, aún cuando evitás pensar que se trata sólo de un viaje de ida.
O tal vez intentando atravesar tus 30 cumpliendo todos tus sueños antes de llegar a lo que te hicieron creer: la crisis de los 40.
O peor aún, pensando si vas a comer mañana, o cómo vas a pagar tus cuentas, lo cual es una clara consecuencia de algo que no hiciste bien o al menos, que no tomaste la mejor decisión.
Como sea, estoy casi seguro que no te tomaste ni 5 minutos para pensar que éste viaje, sea que te haya tocado en primera clase o en el furgón de carga, no es igual para todos. De hecho al menos habrás notado que no pocos ni siquiera llegan al destino esperado ni mucho menos. Simplemente fueron arrojados del tren en el momento menos pensado.
Seguramente y como todos, tenés planes a corto, mediano y largo plazo. Ideas, proyectos, deseos. Y sinceramente no creo que hayas incluido en ellos el sentimiento de gratitud. Siquiera por haber llegado hasta donde estés ahora, mal o bien. O por la esperanza de que amanezcas mañana.
Un viejo dicho popular dice:
"La gratitud es la base de toda fortuna".
Claro, "fortuna" te hace pensar en tener mucho dinero. Pero con el tiempo vas a entender que gozar de una razonable buena salud, paz, amor, hijos sanos y un lugar donde vivir, es una fortuna a la que pocos millonarios pueden acceder.
Sucede que las leyes universales funcionan así. El sentimiento de gratitud es como un imán que atrae más de lo mismo que agradecemos, y aplica para todo, nos guste o no, creamos o no. Y del mismo modo funciona la queja. Sino fijáte a tu alrededor: estás rodeado de ejemplos de ambos casos.
Qué a dónde quiero llegar con todo ésto? A ningún sitio en particular. Sólo una mirada por el espejo retrovisor que cada vez se usa menos, aunque apenas sea para comprender que:
"La vida es un regalo. La muerte, un sorteo".
Ariel Villar.
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