Un hijo, un árbol, y un libro.
Prólogo.
Y si. 63 es un buen número para completar los designios de un sistema de creencias con el que cargamos los Abuelos, lo cual me pareció adecuado para adoptar como título.
"Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro", quedó grabado como un integrante más de nuestro acervo cultural, y no le quiero errar haciéndolo extensivo a todas las franjas etarias inventadas por la industria del marketing porque estoy casi seguro que un gran porcentaje de quienes estén clínicamente vivos lo desconocen. Hasta podría apostar que más de uno asocia la palabra "etarias" con algún grupo de féminas abombadas a quienes el ya casi perdido "lunfardo" identificaba como "otarias".
En cuanto a lo de tener un hijo la verdad, debo reconocer que he pecado de fanfarrón: tuve 4, y para envidia de mi querido y finado suegro Jorge Bustelo, primero me aseguré la continuidad del apellido con un "doblete" de Varones, gemelos, Fernando y Jerónimo, y después como para no irme "rengo" como cuando te vas con un sólo mate chupado de un sólo sorbo y apurado, llegó la Mujercita, Samanta. Y como ésta idea de la equidad o de las cosas parejas parece ser un rasgo endémico de nuestra generación, llegó la segunda de mis Princesas, Miranda, como para "cerrar la fábrica en su apogeo con dos parejitas. Si, tal cual. No me cabe una gota más de baba en el pañuelo del orgullo.
Después la vida me premió alguna buena acción que tal vez se me cayera en alguna vida anterior que no recuerdo, con los 6 nietos más hermosos del mundo.(aguantá que agarro una servilleta del rollo de papel).
A lo de "plantar un árbol" vas a tener que ponerle un poco de onda, porque planté de todo. Hasta "planté bandera" a situaciones y personas. Incluso sin querer, como el día que estaba haciendo un asadito en Calzada y puse al fuego unas rodajas de zapallo para un vegano tocayo de la dicotiledonia, y tiré las semillas al pasto contra la medianera. Me olvidé del hecho y al poco tiempo la pileta de natación o "alberca" para los latinos (y no "alverjas" como le decía mi abuela a las "arvejas"), estaba rodeada de una vegetación tropical y de la que bajo sus hojas sacamos 14 calabazas que no duraron más de una semana. Así que: cuenta como "haber plantado un árbol").
Y tal como te dije al comienzo de éste prólogo, nada más oportuno que 3 días de lluvia, sin moto, sin pesca y con una gripe galopante y un tedio más difícil de llevar que un chancho en carretilla, que cumplir con el "Tercer Mandamiento" de ésta generación que ya está cerca del escalón de la puerta trasera como para tocar el timbre al grito de "la paraaaada chofer", tal vez porque ya se pudrió del mismo recorrido de siempre o porque alguno se desgració y el único que abrió la ventanilla es el chófer, arrepentido de haber cambiado el camión de hacienda por un bondi.
Así que, voy a tratar de que ésto se parezca a un libro, aunque tecnología obliga y ya no sea en papel, sin editoriales ni correctores de por medio (no los necesito), y como decía un viejo anuncio publicitario: "de la naturaleza a su mesa", y como dice mi hijo Jerónimo, con la impronta que me caracteriza.
Pobre mi Vieja! Si viviera se sentiría un fracaso como Madre: ella fundó una Universidad Nacional y su hijo apenas se animó a dejar un puñadito de páginas adentro de una pantalla.
Como dicen en los videos de Youtube: si llegaste hasta acá, Dios te de el aburrimiento suficiente como para seguir leyendo y si logro hacerte al menos sonreír, que te invada el sentimiento de compasión para tocar el corazoncito de mi desanimado ego. Y si te registrás en mi sitio, la verdad, puedo llegar a creer que me estás jodiendo.
Bueno nada. Siendo la hora de la cena y con una tortilla calentita en el plato, en un rato sigo con el Capítulo 1.
Ariel Villar
RadioBlog
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