top of page

Sugar Daddy Conurbano

  • 23 feb
  • 1 Min. de lectura

Estábamos en el café de siempre, el del techo con humedad crónica y los pocillos curtidos de café viejo. En la mesa de al lado, un Sugar Daddy con su pequeña inversionista, o mejor dicho, su compañerita de shopping.


—Míralo, Rulo —dije, inclinándome apenas—. Parece un gerente de empresa del '98 en pleno after office.


—Y ella parece una influencer con el filtro de la billetera bien activado —respondió, revolviendo el café con la cucharita como si mezclara acciones en Wall Street.


—Amor —dijo el Sugar Daddy con voz de galán de teleserie caduca—, hoy te llevo al mejor sushi de Buenos Aires.


Ella, con la uña esculpida recorriendo TikTok, levantó la vista apenas.


—Me copa el sushi. A dónde vamos?


—Al barrio chino, mi cielo.


—Ah no, no. Para sushi, solo Osaka.


El tipo tragó saliva. Sintió el golpe en la tarjeta antes de pasarlo por la realidad.


—Bueno, pasamos por el shopping y después vamos —cedió, con la dignidad colgando de un hilo de oro.


—¿Viste? —solté, inclinándome más hacia Rulo—. Más que Sugar Daddy, es un cajero automático con patas.


—Y sin límite de extracciones —agregó Rulo, riéndose en silencio—. Igual, no lo juzguemos. Hay gente que prefiere pagar por cariño en cuotas sin interés.


El Sugar Daddy y su acompañante se levantaron, camino al shopping. Nosotros nos quedamos ahí, con el café tibio y la certeza de que en la ruleta del amor, algunos siempre apuestan a rojo y pagan en verde.


Ariel Villar

Café Temperley☕


Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
bottom of page