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Sentidos: LaVista.

Foto del escritor: Ariel VillarAriel Villar

No creo que exista gratitud más olvidada que la de gozar de la maravilla de la vista.

Y cada vez que hablamos o escribimos sobre éste asunto lo hacemos desde su opuesto, apiadándonos de los ciegos y preguntándonos cómo hacen para vivir.


Desde la gratitud infinita por mis ojos algo cansados por la edad, me propuse plantear una mirada diferente sobre éste maravilloso sentido.


Miramos mucho y vemos poco.


Miramos la locura del tránsito y de la gente pero no vemos un hermoso amanecer en el cielo.


Miramos cuerpos perfectos y no vemos miradas que dicen maravillas sin una sola palabra.


Admiramos el éxito ajeno sin ver el arduo proceso de su búsqueda hasta lograrlo.


Miramos y juzgamos al que pide una moneda en el semáforo, sin ver las causas que lo pusieron allí, siquiera al menos deseando que el destino no nos ponga en sus zapatos, y sin ver que lo único que nos separa de eso es el frágil cristal de la ventanilla o el casco.


Decimos que algunas personas mayores tienen patas de gallo, arrugas al costado de sus ojos, sin saber que tal vez estén allí por haber reído tanto, o por hacer muecas graciosas para pintar una sonrisa en miles de ojos tristes. Y lejos de colágenos y cirugías las llevan con orgullo y gratitud como papiros de su historia.



Miramos pero no vemos el camino infinito, el horizonte, la corriente de un río y su viaje misterioso, el equilibrio perfecto del Sol, cuya ausencia o exceso nos mataría por igual.


Nos muestran hipótesis de una posible futura glaciación cuando ya estamos viviendo la Era del Hielo en los ojos de la gente, que no sabe cómo explicarle a un chiquito que nació ciego, el rojo de la sangre, el azul profundo de un lago, el día, la noche, el blanco difuso de la nieve o la mágica mueca de una sonrisa muda.


Nuestros Abuelos, al dar o prestar algo valorado decían: "Cuídelo como a los ojos!"



Miramos y no vemos casi nada. Y Yo veo todo: veo cuando te tocás la barbilla para mentir, cuando acomodás tu cabello para llamar la atención, cuando llorás sin lágrimas en los ojos, y cuando los cerrás para sentir.

Veo el amor en un plato de comida, en una cama limpia y prolija.

Veo la sabiduría silenciosa en la sonrisa de un viejo.

Veo la búsqueda desorientada en los ojos de tanta gente...

Hasta puedo ver el tiempo, implacable, en el espejo del baño, que se escurre como el agua cuando me lavo las manos.

Y aún así, no dejo pasar un solo día sin agradecer la vista, aún cuando "a veces de noche, enciendo la luz para no ver..."


Ariel Villar

Café Temperley

 

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