Ruleta Rusa

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Después de los 60 la vida se pone más brava.

Uno cree que ya la tiene clara, pero no. Ahí es cuando se te vienen encima las preguntas que no querías escuchar.

– Che, ¿y si me mandé la cagada de mi vida eligiendo a la persona equivocada?

– ¿Y si esta pasión que sentí era apenas un espejismo?

– ¿Y si me animé tarde a probar con alguien diez años más joven… y ahora soy yo el que no da la talla?

El café se enfría mientras la charla se calienta.

Él cuenta que a los 62 lo sorprendió la infidelidad de su mujer.

Ella, diez años menor, se cansó de la rutina, lo comparó con hombres que apenas pasan los 50 y lo dejó en banda.

Él todavía se siente varón, pero cada vez que se mira al espejo le pesan las arrugas más que los cuernos.

– ¿Sabés qué es lo peor? –dice–. No fue la traición. Fue que me di cuenta de que yo ya no era su aventura, sino su excusa para escaparse.

Y entonces aparece otra voz.

La de la mujer que, a los 54, se enamoró de un tipo de 70.

Un loco lindo, vital, lleno de proyectos.

Al principio fue fuego. Después, silencios.

Él no quería aceptar que el cuerpo ya no responde como antes. Ella tampoco quería admitir que lo suyo era más ternura que deseo.

El amor seguía, pero distinto. Como un vino viejo que ya no embriaga, apenas acaricia.

El punto es que nadie te avisa que después de los 60 las pasiones también juegan a la ruleta rusa.

Y que lo que te puede salvar no es el cuerpo, ni la edad, ni la plata.

Es animarte a hablar, a reírte de vos mismo, y a elegir de nuevo… aunque sea tarde.

Porque en esta edad, amigo, lo único que no podemos darnos el lujo de perder, es la verdad.

Ariel Villar

Café Temperley☕

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Ariel Villar

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