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Qué sentimos cuando regalamos? 🎁

Foto del escritor: Ariel VillarAriel Villar

Pocas cosas cargan tantos significados y sensaciones placenteras como agasajar a un ser querido. Agasajo que puede ir desde un regalo material hasta un momento realmente especial.

Un buen asado, su comida preferida, y los afectos más puros envueltos en un mágico paquetito de dedicación inalterable al paso del tiempo, que germina en la memoria para enraizarse en el corazón.


Con los afectos más cercanos tenemos por costumbre preguntar: "qué querés que te regale?", o... "Qué te hace falta?" Si bien es muy lindo poder cumplirle un deseo material a alguien, sentimos más bien como una especie de tranquilidad de que nuestro obsequio va a ser especial y no una chuchería impuesta por la circunstancia. Comprar, envolver, entregar y recibir un "Gracias" y el beso, y ahí termina todo.

Pero... Cuánto tiempo dedicamos al afecto que queremos demostrar? En realidad no mucho. A lo sumo e hilando fino, el tiempo que invertimos para ganar el dinero para el regalo...


En Japón, cuando 2 personas con afecto mutuo se encuentran, no preguntan "Cómo estás?". Ellos preguntan: "Comiste el día de hoy?" Es un sesgo muy profundo arraigado en una cultura milenaria signada por la pobreza y la enorme brecha socioeconómica entre los emperadores y un pueblo esclavizado, más las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.

De tal modo que el amor y el afecto, ante la negativa a la pregunta, implica un tiempo de dedicación al ser querido: cocinarle lo que se tenga a mano, servirle y acompañarlo.

Y resulta que por éstas lejanas comarcas de occidente en éstas cuestiones tenemos raíces bastante parecidas. Específicamente latinos y especialmente los Argentinos, el culto al asado, las pastas del domingo o la magia del mate a cualquier hora y en cualquier lugar, significan compartir sentimientos, agasajar a los afectos y acercar corazones de igual modo que lo hace un abrazo sincero.



Más allá de nuestras interminables crisis económicas, la comida es sinónimo de vida. Y no hay sentimientos más profundos que dar de comer y desear buena salud. Tal vez como consecuencia de nuestro acervo cultural en el que fuimos y seguimos siendo educados y entrenados para ser pobres, en la paliativa creencia que pobreza es igual a dignidad, todavía resuenan en nuestros genes las voces de nuestros viejos que, en el último tramo de sus caminos cargados de quimeras y frustraciones decían: "Basta que haya salud..."



Sabes? Aún a mis 64 agradecidos años aggiornados a la comodidad y fascinación de la tecnología y a la ensalada insulsa y limitada de un retorcido "spanglish" global, y comprobando otro viejo dicho de mis abuelos: "el mundo es un pañuelo", hoy lleno de mocos resecos de mediocridad, al enviar un WhatsApp sigo manteniendo la costumbre de empezar el mensaje escribiendo: "Hola!, espero estés muy bien...", que implica utilizar el insignificante pero único segundo de todo el tiempo que me quede para escribir una línea más, que para mi tiene el mismo efecto que una estrella fugaz con deseo incluído, pero indeleble en mi corazón aunque me claven el "visto" en una configuración de mensaje temporal.


Gracias por leer!


Ariel Villar

Café Temperley

 

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