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Si pasaste el mojón de los 50 seguramente lo habrás notado.
La risa y la sonrisa siguen siendo expresiones exclusivas del ser humano. Pero los motivos para sonreír o reír a carcajadas parecen haber cambiado sustancialmente.
Lo que a la gran mayoría siempre nos hizo reír, tanto a jóvenes, adultos como a los mayores, parece estar vedado a las nuevas generaciones.
La sonrisa se ha vuelto una especie de app de cortesía que se planta como una pose de selfie en oportunidad del primer saludo a un desconocido. Y los motivos que actualmente llegan a provocar una carcajada, de tan obvios parecen tontos. Los conocemos como chiste malo o chiste fácil, carentes de toda creatividad, chispa y ocurrencia.
El viejo sentido del humor
En aquel viejo mundo pre-plandémico aún flotaban recursos como la ironía sin malas intenciones, el humor reflexivo y los dichos desde el personaje anti-héroe, tratando de no zozobrar en el embravecido y empoderado mar de la auto-percepción, la diversidad de género y el casi obligado reconocimiento legal a cualquier ocurrencia que circule por las banquinas de la mediocridad más notable.
Difícilmente a las generaciones actuales se les ocurra asignar apodos relacionados con alguna característica física o de comportamiento, ya que podrían ser pasibles de una denuncia penal. Ni hablar de las preferencias sexuales, que existieron y convivieron desde el principio de los tiempos, con la natural heterosexualidad, la dualidad masculino/femenino, con sus correspondientes atributos físicos, particulares y cromosómicos, y su necesaria funcionalidad para la reproducción y perpetuación de la especie y por qué no, placer. Escondidos, tapados, segregados y hasta reprimidos brutalmente, pero allí estuvieron siempre.
Y por supuesto no escapaban al sentido del humor y al ingenio popular que generaba todo tipo de definiciones, apodos, relatos breves de situaciones, chistes y bromas. Pero nunca con maldad o intención alguna de lastimar a nadie. "Si sos, asumílo", decía un viejo amigo de otros tiempos, lo que aplicaba casi para cualquier referencia. Pero siempre dentro del marco de la inocencia y el respeto, mutuo por demás, tanto de quién generaba la broma como de quién la asumía con una sonrisa y la consiguiente "devolución" del chiste en sentido inverso. No pasaba de eso. La reunión y la vida misma seguían como si tal cosa.
Porque todos supimos desde muy jóvenes, que el humor es la forma más sana de asumir problemas, capacidades y limitaciones de cualquier índole, justamente porque no lastimaba ni ofendía. Impensado para la locura de éstos tiempos que ya no solo corren, vuelan!, pero no bajito como los aviones, sino que vuelan como dinamita cualquier vestigio de sentido común.
Qué factores incidieron tan rápida y efectivamente en la muerte del humor?
Sin vueltas: internet, las redes sociales y la paupérrima educación que fomenta la ley del menor esfuerzo, la falta de interpretación y de contexto, la falta de ortografía como instrumento indispensable para fomentar los malos entendidos y justificar a los mal enseñados y peor aprendidos,
Claro, seguramente estás pensando en la enorme cantidad de casos que también existieron siempre, por caso de violencia y abuso intrafamiliar, maltrato psicológico y violencia física, hoy mucho más fácil de dejarlos en evidencia y exposición, también gracias a las redes sociales. En un todo de acuerdo en que, en tal sentido, son una gran herramienta, Pero herramienta que en manos de "cualquiera" con los más oscuros fines, puede ser lapidaria hasta para la persona más sana, correcta y educada.
Qué falla entonces?
De nuevo sin vueltas: la educación en el hogar con la palabra y el ejemplo, en las escuelas, y la hoy evidente corrupción de la ley, tanto de redacción como de aplicación.
Cerrando e invitando a comentar en ésta entrada al pie o final de tu pantallita:
El humor sano, con la inocencia y la picardía que apenas insinuaba todo aquello que la misma vida y la sociedad se encargaban de enseñarnos, definitivamente ha muerto. Se borraron los límites entre el sano chascarrillo y la más cruda de las ofensas. Y la única salida propuesta por leyes malversadas por intereses siniestros, es el empoderamiento de toda persona que crea o considere que su actitud, por dañina que sea, debe ser aceptada y reconocida por esas mismas leyes retorcidas.
Un círculo que va cerrando y cuando lo hace, se vuelve círculo vicioso, momento en el que, si aún existen personas que logran mantener viva una chispa de sentido común, será oportuno para replantear todo un sistema social sostenido por la educación, las leyes y su aplicación.
Y con las cosas tan "picantes" como están, patear todo el tablero no va a ser cosa fácil para las futuras generaciones. Al menos, no sin pagar un costo bien alto.
Por ahora y bajo la mirada cristal, parece ser que los hoy ya casi viejos que nunca tuvimos problemas con el humor, y en lugar de necesitar terapia sólo nos reíamos y seguíamos con nuestras vidas, estaríamos siendo lo que tenemos la culpa.
Meterle rótulo a todo y a todos, y meterlos en la misma bolsa, también es el problema. Pero es un jugoso tema para otra entrada.
Gracias por leer y comentar al pie!
Ariel Villar
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