Podemos comprender la forma en que nuestros hijos ven el mundo. Pero no la podemos compartir. Nuestros ojos no están diseñados para captar imágenes distorsionadas por la mediocridad y el miedo de una sociedad inoculada con valores invertidos.
Por eso el vínculo que nos conecta con nuestros nietos y la inocencia genuina de una crianza sana, a veces se espanta al recibir un llamado de atención sobre nuestro comportamiento con ellos de parte de nuestros hijos, que no nos cierra ni un solo botón.
Concientes de estar encarnando un personaje para ellos, nuestros amados nietos, algo así como un payaso viejo descolgado de sus encerradas y digitalizadas vidas, intentamos comprender a nuestros Hijos-Padres mirando a través de sus propios lentes, fieles a nuestra vieja premisa de romper karmas de una creencia hereditaria ancestral y también nociva.
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Pero vemos turbio, borroso. Ningún concepto es concluyente y todos fallan cuando se los manipula y aplica en una generalización carente de excepciones categóricas.
"A buen entendedor pocas palabras" decía mí Abuelo, como preámbulo para aclarar conceptos con un ejemplo:
Para los ojos post-plandémicos un tipo que va en moto es un moto-chorro, uno con gorrita de vicera es un mono, el que escucha reguetón un sordo y un viejo que ya está harto-intoxicado de la falta de sentido común, un dinosaurio.
Pero sabés qué? A ciencia cierta aún no podemos asegurar que los dinosaurios se extinguieron por el impacto de un meteorito. Eran muy grandes, fuertes y fueron protagonistas de la primera gran evolución de la vida sobre la Tierra con lo cual, conjeturar que fueron víctimas de una limpieza de terreno Anunaki, para prepararlo para plantar las primeras semillas humanas, no sería tan descabellado como suena.
Lo realmente descabellado es el mundo tal como está hoy dia, embebido en una degradación moral maquiavélica que supera a la caída del Imperio Romano en su peor momento. Y es comprensible la dificultad de los Padres para transitar sin tropiezos la educación de sus hijos, mientras un terremoto les mueve el piso.
Cómo Abuelos, como los últimos viejos Dinosaurios de una cultura extiguida de valores incinerados para edificar un Country que bien podría llamarse "La Nueva Decencia", como carpinchos desorientados por las calles de la impunidad, podemos comprender a éste Nuevo Mundo aberrante y analfabeto de humanidad y de letras. Lo que No podemos, es aceptarlo. Y mucho menos, asumirlo como la nueva normalidad.
Ariel Villar
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