Si, más que claro que vivir el presente, el aquí y ahora, es la receta de la felicidad del momento.
Pero convengamos que transitar un mal momento no implica aprender a disfrutarlo. No hay modo. Si, está claro también que, una vez sorteado el mal trago cosechamos la enseñanza que nos dejó.
La cuestión del tiempo.
Lo primero que tenemos que aprender de la experiencia es justamente no perder el tiempo.
"No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy".
Sin entrar en la locura de hacer rendir al máximo cada día, que desemboca irremediablemente en stress crónico, planificar cada momento del día es una buena opción, siempre teniendo en cuenta que disponemos de 24 horas, y ni un segundo más.
Que después el azar se ocupe de poner algún palito en la rueda es parte de la aventura de la vida😊.
Y como uno va transitando el camino tratando de dejar alguna señal para los que vienen atrás, los hijos por ejemplo, lo más coherente es avisarles con tiempo. Que después le den bola es otra cosa.
Sueños y objetivos.
Ambos son imprescindibles para una vida feliz. Son el combustible que mueve nuestro motor. Lo de siempre: transformar un deseo en un sueño, el sueño en un proyecto, y hacerlo realidad. Empezarlo es todo el secreto.
Pero es importante dividir el gran objetivo final en pequeñas metas que puedan lograrse en el corto plazo. Hasta en el día.
Una vez logrado el pequeño objetivo, festejarlo es clave. Es lo que realmente nos hace felices, y nos evita caer en la locura irremediable de seguir adelante, al punto de no disfrutar ni siquiera lo que se hace.
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El cambio. La clave. La observación.
No siempre las cosas funcionan como esperamos. Es más, a veces ni siquiera funcionan. Y el sentimiento de derrota nos pasea por todo tipo de pensamientos ridículos e inútiles, como creer que estamos orinados por un elefante. De haber sido así nos hubiésemos dado cuenta por la sombra del elefante y el gran porcentaje de humedad ambiente.
Y con la misma decisión con la que dimos el primer paso, tenemos que dar el brusco volantazo y cambiar de rumbo. Hasta de objetivo si es necesario. Y guardar el proyecto para otro momento o simplemente desecharlo. Se llama:
"desapego al resultado".
Hoy tenemos información suficiente como para darnos cuenta si algo funciona o no. Y saber leerla es fundamental.
Fijáte que admiramos a las personas que tienen esa cintura envidiable para cambiar radicalmente, lo que los hace conscientes que equivocarse es parte del desafío. Sin embargo perdemos más tiempo lamentando un fracaso o volviendo a insistir con lo mismo.
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El mundo es un banquete de exquisiteces servidas ante nosotros. Hay que probarlo todo!
Algunas tal vez nos caigan mal y otras nos lleven a vivir experiencias maravillosas. Finalmente, el resultado va a formar parte de toda la experiencia acumulada para contarles a nuestros nietos, cuando ya no tengamos tiempo de volver a empezar.
Y algunos estamos cada vez más cerca de ese momento...
Ariel Villar
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