Manual del adulto contemporáneo para tratar con adolescentes (sin volverse loco ni volverse amigo)
- 9 abr
- 4 Min. de lectura

—¿Y cómo anda la nena?—Está adolescente… ¿eso cuenta como andar?
Nos reímos por costumbre, porque en el fondo estamos cagados. Porque el adolescente te lleva puesto con una mezcla de frases cortantes, silencios eternos y cambios de humor más intensos que las sesiones del Congreso. Y vos, que venís de décadas creyendo que entendías algo de la vida, de golpe te encontrás dudando hasta de cómo decir buen día sin que suene a provocación.
Este manual es para vos, que criaste, alimentaste, cuidaste, bancaste fiebre, berrinches, actos escolares y ahora te sentís más torpe que nunca. Tranquilo. No estás solo. Y aunque nadie te lo enseñó, todavía estás a tiempo de conectar con esa criatura intensa, maravillosa y desconcertante que hoy duerme hasta el mediodía y dice "nah" en lugar de "sí".
1. No sos su amigo, sos su faro
Está de moda querer ser el padre o madre copado. El que no pone límites, el que permite todo, el que va al boliche a buscarlo sin preguntas. Y no. No va por ahí.
Los chicos necesitan adultos enteros. Firmes, pero amorosos. Presentes, aunque no invadan. Un faro no persigue a los barcos. Solo está ahí, encendido, marcando una dirección. Cuando quieran mirar, te van a ver. Aunque hoy te ignoren.
2. Esperá el momento justo. Y a veces no es ahora
Queremos hablar cuando a nosotros nos pinta. Cuando estamos con ganas, preocupados o llenos de adrenalina. Pero ellos funcionan distinto. A veces abren el corazón un martes a las 23:47, mientras lavan un plato. O te tiran una frase reveladora cuando los estás llevando a la estación.
Ahí es donde hay que estar disponible, no insistente. Si apurás, se cierran. Si esperás, te cuentan.
3. La regla de oro: escuchá más de lo que hablás
Parece básico, pero nos cuesta horrores. Porque apenas dicen “me pasó algo en el cole”, ya queremos darles soluciones, consejos, lecciones de vida y encima meter el ejemplo de cuando vos ibas a segundo año y te cagaron a piñas en el recreo.
No. Ellos no quieren que les soluciones nada. Quieren que los escuches sin cara de susto, sin juicio y sin necesidad de “cerrar el tema”. Escuchar es bancarse el silencio incómodo. Y seguir ahí.
4. Frases que matan el diálogo (y sus reemplazos sanos)
“¿Y vos qué hiciste?”
Mejor: “¿Querés contarme qué pasó desde tu lado?”
“Cuando yo tenía tu edad…”
Mejor: “¿Querés saber cómo lo viví yo?”
“No tenés nada de qué preocuparte”
Mejor: “¿Querés que pensemos juntos qué podés hacer?”
“¿Otra vez con eso?”
Mejor: “Veo que esto te tiene muy atrapado. ¿Querés ayuda o solo hablarlo?”
Parece pavada, pero cambia todo.
5. No te tomes nada personal (aunque duela)
Sí, a veces te tratan mal. Contestan cortante, te miran como si fueras un bicho raro, te ignoran olímpicamente. Y vos, que los querés con el alma, sentís que te pasan por encima. Respirá. No es contra vos. Es con vos. Porque te tienen confianza. Porque sos su zona segura. No justificamos el maltrato, claro. Pero no enganches todo. Elegí tus batallas. No todo merece respuesta.
6. Necesitan límites. Aunque griten lo contrario
Los límites no son castigos. Son abrazos que definen un borde. "Esto sí, esto no, y acá estoy para bancarte si te pasás." Sin gritos, sin amenazas. Claros, coherentes, sostenidos.
¿Querés salir? Sí, pero volvés a tal hora.¿Te olvidaste de estudiar? Lo resolvés vos.¿Fuiste irrespetuoso? Charlamos, pero cuando estés más tranquilo.
Los límites no los hacen odiarte. Los hacen sentirse cuidados. Aunque no lo digan.
7. Admití tus errores. Te humaniza
Te equivocaste feo. Te pusiste como loco, dijiste algo fuera de lugar, o lo/la subestimaste. Bueno… lo sabés. Y ellos también. La diferencia está en si pedís disculpas o te hacés el boludo.
Un “tenés razón, me zarpé” vale oro.Les enseña algo que no se aprende en el colegio: que se puede ser adulto y humilde al mismo tiempo.
8. Si te cuentan algo íntimo, no lo uses en su contra después
Parece obvio, pero es clave. Si un día te cuentan que no se sienten bien con su cuerpo, no podés usarlo después para decirle “bueno, comé sano como dijiste”. Lo mismo si te confían algo sobre una pareja, un miedo, un deseo. Callate la boca. Guardalo como un secreto sagrado. Si no, te dejan afuera para siempre.
9. No esperes gratitud. Sembrás sin certezas
No te van a decir “gracias por sostenerme emocionalmente en esta etapa tan difícil”. Te lo aviso.Te vas a bancar el ninguneo, la indiferencia, la queja. Y un día, quizás, con suerte, lo vean. Pero vos sabés lo que hacés. Y lo hacés por amor. No por recompensa.
10. A veces, solo caminar juntos ya es un milagro
No esperes charlas profundas todos los días. Con que acepten salir a caminar con vos, ya ganaste. Poné el cuerpo. Dejá el celular. Mirá con ternura. A veces alcanza con estar.
Epílogo: no sos el padre o madre perfecto. Sos el que está.
Y eso, créeme, hace toda la diferencia. Porque muchos adolescentes caminan solos. Y vos, aunque a veces sientas que no te registran, estás haciendo algo inmenso: bancando el proceso. Con errores, con dudas, con cansancio. Pero presente.
Te aseguro que eso, algún día, va a resonar fuerte en sus recuerdos. Aunque hoy solo te digan:
—Che, ¿me das plata para el tren?
Ariel Villar
Café Temperley☕
Si te gustó ésta entrada, te invito a enviarme tu invalorable colaboración en la forma más segura a través de Mercado Pago
mediante el siguiente botón:
(20 años no es nada. 1.000 pesos tampoco)
O también por PayPal:
Tu comentario y tu calificación al final de ésta pantalla es bienvenido y compartido con todos los lectores.
Infinitas Gracias!
Ariel Villar
Café Temperley☕
Comentários