top of page

La video llamada

  • Foto del escritor: Ariel Villar
    Ariel Villar
  • 21 jul
  • 3 Min. de lectura
Imagen de un fuego en la estufa


Versión audio con imagenes:


Texto:


—Pa, ¿me ves bien?

—Sí, hijo. Pero estás como medio borroso…

—Es el filtro. Para que no me veas la cara de dormida.

—¿De dormida? Si son las cinco de la tarde, Santiago.

—Ahora me llamo Vera.


Ahí se cortó el audio. Justo en el momento en que yo ya no sabía si lo que escuché era parte del maldito delay del WiFi o si el pibe —la piba, la personita en cuestión— me estaba diciendo en vivo y en directo por Zoom, un martes cualquiera, que era otra persona. Así, sin anestesia.


Cuando volvió el sonido, lo vi con los labios pintados, una remera negra de Björk y una mirada que me devolvió años de confusión, bronca, amor y desconcierto todo junto.


—¿Qué me estás diciendo, Santiago?

—Que soy trans.

—¿Trans qué? ¿Transporte público? ¿Transitorio? ¿Transgresor? ¿Trans qué mierda, nene?


Me agarré la cabeza como si estuviera viendo el final de una serie que me spoilearon sin piedad. Él —ella— se quedó mirándome. No lloró. No se rió. Estaba parada como quien sabe que va a recibir una piña, pero igual se queda ahí, firme.


—Hace tres años que empecé con esto, pa. No sabía cómo contártelo. Mamá lo sabe.

—¿Y por qué no me lo dijiste antes?

—Porque me ibas a putear, como ahora.

—¿Putearte? Estoy tratando de entenderte, no de meterte en una licuadora de prejuicios, pero me descolocaste. Yo pensaba que me ibas a contar que te ascendieron, o que te compraste una bici eléctrica.

—Pa… voy a ser madre.


Listo. Tiró la bomba. Me la dejó ahí, rodando por la mesa como una granada sin seguro. Me acomodé en la silla, la misma donde veo los partidos del Rojo, y tuve que respirar profundo para no salir corriendo.


—¿Cómo madre? ¿Estás embarazada?

—No, voy a adoptar. Con mi pareja.

—¿Y tu pareja es…?

—Mi novia, se llama Clara. Es una mina hermosa.

—¡Pero vos también sos mina ahora!

—Sí, pa. Lo soy. Y nos amamos. ¿Tan raro es?


Raro no. Inentendible, más bien. Como cuando te cambian las reglas del truco en medio de una mano.

Yo me acuerdo cuando te llevé a la cancha por primera vez, Santiago. Tenías 9 años. Te asustaste con los bombos. Te agarraste fuerte de mi brazo. Te compré un pancho con mostaza y te manchaste la camiseta.

Ahora estás del otro lado del océano, con otro cuerpo, otro nombre, y una vida que ya no puedo imaginar.


Y aún así… te sigo viendo los ojos. Tus mismos ojos.


—Pa, ¿seguís ahí?

—Sí. Estoy intentando no explotar.

—No hace falta que entiendas todo. Solo que me quieras igual.

—¿Y vos me querés a mí?

—Como el primer hombre que me enseñó a no tener miedo.


Ahí me quebré. Como un nene. Me tapé la cara con las manos. No por vergüenza. Por emoción. Por ternura. Por miedo también, qué sé yo. Lloré como no lloraba desde que se murió mi vieja.


Y ahí estaba Vera, del otro lado del mundo, sonriéndome por la pantalla.


—¿Me vas a decir "hija" alguna vez?

—Dame tiempo. Pero si me seguís llamando “pa”, ya ganaste.



---


Escrito y grabado desde Café Temperley. Si te removió algo… mejor.


Ariel Villar

Café Temperley


Si te gustó ésta entrada, te invito a enviarme tu invalorable colaboración en la forma más segura a través de Mercado Pago

mediante el siguiente botón:


20 años no es nada. 1.000 mangos tampoco. Si no te cierra elegí Vos:




O también por PayPal:



Tu comentario y tu calificación al final de ésta pantalla es bienvenido y compartido con todos los lectores.

Infinitas Gracias!


Ariel Villar

Café Temperley☕



Comentarios

Obtuvo 0 de 5 estrellas.
Aún no hay calificaciones

Agrega una calificación
bottom of page