El día que me ghostearon aprendí tres cosas:
1) nunca confíes en alguien que dice 'no uso mucho el celu',
2) el doble tilde azul no es un compromiso legal,
y 3) la frase 'vemos' es el verdadero final de toda relación.
Todo empezó un viernes de esos donde el Conurbano hierve. Yo había salido de casa con un vestido que me hacía sentir una Kardashian de Temperley, lista para una cita que prometía ser épica. Él, "Facu", era el clásico pibe que responde historias con un "jajaja, qué genia". Nunca un diálogo profundo, pero ¿quién necesita profundidad cuando hay un pelo perfectamente fadeado y zapatillas blancas sin una mancha? Spoiler: yo sí necesitaba.
La cita arrancó bien. Nos encontramos en el bar de moda del barrio, ese donde las cervezas artesanales te las sirven en frascos de mermelada, como si eso justificara el precio. Facu llegó tarde, pero con una excusa que me desarmó: "Estaba ayudando a mi vieja con unas cosas". Punto para él. Lo malo fue que pasamos media hora discutiendo por qué el IPA que pidió "sabía raro" y si el trap es música o ruido. Yo fingí que me importaba, porque, bueno, me había puesto ese vestido.
Cuando terminamos, caminamos por la plaza principal, y ahí me hizo el comentario que cambiaría todo:
"Sos diferente, ¿sabés? Como que no sos como las minas que conozco."
Error número uno: creerle.
El adiós que nunca llegó
Al día siguiente, obvio, le mandé un mensaje casual:
"Hola, Facu 😊. Me encantó la cita, ¿repetimos?"
Doble tilde gris.
Me dije: "Tranqui, capaz está ocupado." Pasa el día. Nada.
Al tercer día, ya tenía preparada una charla TED en mi cabeza: "Cómo interpretar el silencio digital en tiempos de hiperconectividad." Decidí arriesgar:
"Che, ¿todo bien?"
Silencio.
Ahí entendí que había entrado en la tierra de nadie del ghosteo. Ese limbo donde el otro no te bloquea (por si vuelve a necesitar validación), pero tampoco responde.
El análisis forense del ghosting
Pasé la siguiente semana como cualquier persona en mi situación:
1. Stalkeando todas sus redes.
2. Analizando cada palabra que dije en la cita.
3. Consultando con amigas como si fueran especialistas en CSI: Conurbano Edition.
"Capaz está ocupado con la facu", decía una.
"Por ahí se quedó sin datos", arriesgaba otra.
"No le interesaste", tiró la más honesta, mientras le clavaba el sorbo al mate.
Yo quería creer la teoría de los datos. En mi cabeza, Facu era un mártir luchando contra el capitalismo, sobreviviendo con un plan prepago mientras ayudaba a su mamá.
Hasta que un día, mientras hacía fila en el COTO, lo vi.
Él, con su fade perfecto y sus zapatillas blancas, comprando cerveza y papas fritas. Con otra.
La iluminación (y la venganza no planeada)
No sé qué me poseyó. Capaz fue el calor, la fila interminable o el recuerdo del vestido ajustado que había usado para él. Lo encaré, pero no como quien busca respuestas, sino como quien ya entendió todo:
"Ey, Facu. ¿Te quedaste sin datos o es que el doble tilde azul no lo manejás?"
Él se puso más blanco que sus zapatillas. Tartamudeó algo como:
"No, bueno, es que estuve con… cosas."
"Tranqui, crack. Yo también tengo cosas. Como dignidad. Suerte con todo."
Me di media vuelta, sabiendo que esa escena valía más que cualquier mensaje leído y no respondido.
La moraleja fantasma
Desde ese día, tengo dos reglas claras:
1. Si alguien dice "sos diferente", probablemente le dice lo mismo a todas.
2. Nunca más confío en un fade perfecto.
Y si te ghostean, acordate: el problema no sos vos, sino su plan prepago de sentimientos.
Ariel Villar
Café Temperley
Si te gustó ésta entrada:
y si querés ser parte de ésta pequeña comunidad y estar al tanto de todas las novedades de Café Temperley, sumáte como miembro de ésta pequeña locura acá.
Tu comentario siempre es bienvenido tocando las estrellitas de calificación de arriba.
Gracias de corazón! ❤️
Ariel Villar
Café Temperley
muy bueno!