"...Y no es una cuestión de tiempo. No.
Porque no me voy a cansar de repetir que el tiempo no existe. Que es un invento de algún aburrido que no sabía qué hacer con su vida.
Sucede que todo lo que logremos en éste plano de existencia ya lo traemos codificado en el algoritmo conocido como ADN.
Pero como la conciencia no lo sabe y el turro del inconciente no se lo quiere decir, andamos por la vida remando en un mar de sueños que a veces de tan imposibles se vuelven quimeras y otras de tan posibles se vuelven rutinas.
Si, claro, en la cresta de la ola estamos nosotros, surfeando como campeones mientras le peinamos la raya al medio a los tiburcios (tiburones según mí hermano) con la tabla atada al tobillo.
Y mientras nos levantamos con una sonrisa dolorida después de un revolcón de banderín de mar dudoso mientras el Guarda Vidas nos mira con lentes de sol y cara de "uf... Otro boludo más"), la conchilla de la lorilla y la arena tosca de la Costa Atlántica nos va dibujando el plano sobre el que se nos van a calcar y tallar los surcos de la experiencia, que viene a ser el peine que aprendemos a usar cuando nos quedamos pelados o cuando ya no nos importa nada para donde apunten las canas.
Entonces nos damos cuenta que cocodrilo que se duerme es cartera, cuando le preguntamos la hora a un pibe mirando un reloj de agujas mientras busca desesperado el celular porque esos relojes no los entiende. Si, ya se. Supongo que es lo mismo que nosotros queriendo usar un sextante (a googlear vagos) para navegar.
Y nos reímos. Nos reímos mucho! De guachos nomás. Mientras les vamos contando los pasos en cuenta regresiva hasta el cero que los rotula con la misma impunidad con la que nos dicen viejos, justo cuando se pisan los cordones desatados de la arrogancia Maradónica que los deja culo para arriba como tero buscando bichos..."
En el Dia de la Radio y para todos los estudiantes de locución a quienes admiro y respeto profundamente, les dejo éste humilde aporte como texto para leer a primera vista, con respiración costo-diafragmática e interpretación de relato risueño.
Ariel Villar
Café Temperley
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