Detrás del muro (y del verso)
- Ariel Villar

- 2 nov
- 2 Min. de lectura

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Texto:
Che, ¿viste que ahora todos tienen una teoría sobre lo que hay detrás del muro de hielo antártico? Uno dice que hay una civilización escondida, otro que está la entrada al inframundo, y alguno más creativo jura que ahí guardan los OVNIs decomisados de los 50, como si los hubiera enganchado la grúa en un control sin papeles.
Nosotros, mientras tanto, seguimos en la mesa de siempre, mirando cómo se enfría el café y cómo el mundo gira cada vez más lento, y no me refiero a velocidad, sino al coeficiente intelectual colectivo que está viniendo de fábrica con el freno de mano trabado.
Dicen que el muro es altísimo. imposible de atravesar, que detrás hay otro continente, verde, templado, lleno de secretos que los poderosos nos ocultan.
Y yo los entiendo. Porque en el fondo todos queremos creer que hay algo más allá del hielo: un lugar donde no te llega la boleta de gas, donde no hay turnos por WhatsApp, donde la política no te arruina el desayuno.
Un refugio sin notificaciones ni actualizaciones obligatorias.
Pero la realidad, es que el muro existe, sí, pero adentro nuestro.
Un muro de hielo que levantamos entre lo que somos y lo que podríamos ser.
Entre lo que soñamos y lo que nos animamos a hacer.
Y a veces ese muro no está en el Polo Sur, sino en la heladera, cuando abrís la puerta y pensás que no hay nada, pero en el fondo está el tupper con la comida que no querías ver.
Los tipos que inventaron eso del mundo oculto detrás del hielo no estaban tan locos: simplemente querían creer que hay una salida del quilombo, un pasadizo secreto, una grieta hacia algo distinto.
Y, pensalo bien, ¿cuántas veces nosotros hicimos lo mismo?
Inventamos historias para soportar el frío.
Porque el verdadero “muro antártico” no se escala con picos ni sogas: se derrite con verdad, con afecto, con esas charlas donde alguien te escucha sin apurarte ni corregirte.
Y cuando eso pasa, te das cuenta de que el mundo oculto que buscabas ya estaba del otro lado del mostrador, en el Café Temperley, donde el mozo te saluda por tu nombre, y el hielo se derrite solo.
Ariel Villar
Café Temperley☕
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Ariel Villar
Café Temperley☕





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