Casi acostumbrado al spanglish desparramado por las espaldas mojadas que huyeron de la miseria sudaca hace unas cuantas décadas y hoy globalizado por internet, aún recuerdo los viejos y esmerados cartelitos que los dueños de los almacenes de barrio colgaban en la balanza para que los vieran sus clientes.
Claro, en su gran mayoría hijos de inmigrantes italianos y españoles, la rima de sus dichos era común. Y la aplicaban por ejemplo para evitar con sutileza el abuso de la famosa libreta, en la que el gallego anotaba lo fiado a sus clientes, para cobrarlo cuando cobraban su jornal o la quincena:
"La confianza se murió,
el mal pago la mato.
Se avisa con cortesía:
Se vende pero no sé fia".
Si tenés menos de 30 te cuento que Argentina nació como producto de una crisis y así vivimos desde siempre, de malaria en malaria. Y la apatía genética que nos caracteriza y evita que de una buena vez nos paremos de manos, fue cargando una larga lista de dichos populares.
Más vale pájaro en mano que cien volando.
Un claro reflejo de las hambrunas populares que refería a comer polenta con pajarito en lugar de arroz con pollo y ni pensar en un puchero bien nutrido con verduras, choclo y osobuco con el infaltable caracú que se guarda en el plato para chuparlo al final.
Para el hambre no hay pan duro.
Las facturas del día anterior a mitad de precio envasadas por docena en las panaderías de barrio, no eran cosas de pudientes, se regalaban a los asilos. El pan de ayer, por entonces hecho sin harinas "mejoradas" con vitaminas para elevar su poder nutricional (pero hoy a mil mangos el kilo), se ponía duro como un adoquín, y sólo servia para pan rallado que se guardaba para las milangas del sábado. Aún así, era bastante común ver a los pibes mordiendo un coco de pan duro como roedores. Claro, la picardía popular después lo aplicó para que los galanes que no mataban billeteras pudieran justificar la pesca de sábalos de una noche de Viernes.
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A cada chancho le llega su San Martín.
Con el nombre del más popular de los héroes y próceres locales, implica pensar que antes o después todos tienen que rendir cuentas por sus chanchadas, como si el pobre Don José tuviera la misión post-mortem de enjuiciar a cuánto tereso ande suelto.
A este le dicen Zapata, si no la gana la empata.
Aplicaba para los rulos capilares de la zona pélvica por entonces llamados vulgarmente "pendejos", que siempre querían tener la razón.
A las palabras se las lleva el viento.
Por entonces el escaso archivo con el que se contaba era escrito y las palabras eran un equivalente al Fake.
A los locos hay que darles siempre la razón.
Este dicho se modernizó después del éxito de Albert Einstein:
Los locos y los niños dicen la verdad. A los locos los encierran y a los niños los educan.
Cuando el gato no está, hacen baile los ratones.
Dicho hoy en desuso como consecuencia de la degradación lingüistica y de género, ya que implica a un gato que puede percibirse ratón, y una degradación moral que asume como normal que un ratón pueda empernarse a un gato.
El burro adelante para que no se espante.
El culto al egocentrismo allanó cualquier diferencia entre educación y barbarie. Incluso se debe tener especial cuidado al comparar al noble burro con un deforestado mental.
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Le dio palito por yerba.
Un refrán que solo pueden entender los argentinos y uruguayos y que implica que alguien mintió o estafó. La referencia a la yerba mate fué mutando para aplicar como calificativos peyorativos a los falsos cultores de la infusión. A los mates que cebaba mi Madre ante los ruegos de mi progenitor, del verbo su marido, les decían:
Las invasiones inglesas: agua caliente y puro palo.
Más vale trote que dure y no galope que canse.
Que con la letra del tango "Volver" entonado por nuestro eterno Carlos Gardel que presagiaba "la frente marchita" y "las nieves del tiempo que platearon mi sien", derivó en otro dicho que reza:
No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista.
Bueno no te emplomo más. Me cansé.
Gracias por tu tiempo de lectura!
Ariel Villar
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