Después de pensarlo bastante y analizarlo tanto desde la mirada del "nuevo orden", como desde la jurásica Real Academia Española, que viene de "España", que deriva de "conquistador", termino que enaltece con una Corona de Oro robado, al de "saqueador", "ocupa", "malandra por encargo" e intruso por naturaleza genética, la verdad es que, aún revolviéndome las tripas de una esmerada educación recibida y mejor aprendida cada vez que lo leo o escucho salir de boca ajena, debo reconocer y también aceptar la existencia del "Idioma Inclusivo".
Si, tal como lo estás leyendo. Y te aseguro que no me cambiaron ni la medicación ni el terapeuta, porque nunca tuve uno, y la única vez que fui a terapia de pareja por iniciativa propia con la intención de salvar el inexorable futuro de mi matrimonio, visible a todas luces (ajenas) como los punteagudos "rápidos" desde el asiento del ya imparable "barquito de cáscara de nuez", pero al mismo tiempo "enterquizado" por las tinieblas del siempre ciego amor! (aguanta que tomo aire).
La cuestión es que pude arribar a la triste conclusión que este particular lenguaje neonato en el vientre de la mediocridad, es absolutamente necesario en este contexto carente de sentido común, e inmerso en la histórica y milenaria dualidad gracias a la cual estamos como estamos.
Claro porque, para reconocer la bondad, es necesario que exista la maldad. Lo mismo que para reconocer lo salado es necesario que exista lo dulce, sin necesidad de andar esperando a que nos agarre un golpe de hipertensión o un pico de diabetes.
Esta polarización aplica para todo ser humano incapaz de generar un estado de abstracción (del verbo: impedir influencias del acervo cultural), para poder definir una idea o significado, sin necesidad de manotear el ejemplo de su antónimo.
Por último y a su vez, este reconocimiento a la plena vigencia del dialecto en cuestión, tiene una inexorable carga de crueldad, porque nos vuelve "notables" (del verbo: sobresalir del montón), a quienes aún conservamos la capacidad de "lecto-escritura" sin faltas de ortografía y una dicción correcta y clara para exponer nuestros pensamientos, sin necesidad de recurrir a emoticones o a un libretista de discursos políticos, sin desayunarnos con la letra "S" o la "D" final, y sobre todo y tristemente, sin ningún esfuerzo!
Llegan a mi fatigada memoria las palabras de mi Ilustre Madre, repitiendo un viejo dicho popular, cuando llegaba de la escuela orgulloso como el único aprobado en el examen final con un piadoso "4":
Ella decía:
"En el país de los ciegos, el tuerto es Rey"!
Que tengas una excelente jornada!
Ariel Villar.
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