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Qué contás de bueno? - Capítulo 3

Foto del escritor: Ariel VillarAriel Villar

Actualizado: 7 abr 2024


El café.


Bajamos del tren en Lanús y cruzamos el túnel del inframundo orinal buscando 9 de Julio. Elegimos un bar cualquiera, de esos en los que el bullicio de la calle y el ruido de la cafetera express ofician de colchón acústico para una confesión íntima.


Yo: Qué tomás?

Angus: cortado en jarrito.

Yo: Medialuna?

Angus: Dale, gracias.

Yo: Igual para mi.

Mozo: Muy bien Señor, 2 cortados americanos y 2 medialunas entonces.


En el segundo de un silencio infinito me llamó la atención un hombre mayor leyendo un diario en papel.

Vuelvo a la mesa y la mirada de Angus se fuga detrás de unas calzas ceñidas como viendo una película de terror...



Yo: Dale, arrancá.

Angus: No sé por dónde.

Yo: Por el principio si querés. Puedo posponer mis asuntos y Vos ya vas tarde, y no creo que vayas hoy.

Angus: Estamos de acuerdo en eso.

Te acordás del día de mi casamiento?

Yo: Si, claro!


Angus: Desde antes de pisar la vereda del Registro Civil empecé con palpitaciones. Primero no le di mucha pelota adjudicándolas a los nervios y la ansiedad. Alejandra estaba más linda que nunca. Esa belleza simple de barrio apenas retocada con delineador y vestida para la ocasión, pero sugerente.

El pecho se me arrugaba como si tuviera un cangrejo enojado.


Yo: me hacés reír! Casi puedo imaginarte.

Angus: Yo lo intento pero no puedo.

Yo: Qué no podés?


Angus: Reír... Quise salir corriendo pero las creencias familiares me tenían paralizado. Ale tenía la mirada de vidrio. Firmamos. Y en medio de la lluvia de arroz crudo tuve un dejavú, cenando solo, 20 años después. Arroz blanco a veces con queso rallado...


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Yo: Amigo! Cuánta carga llevás en el lomo y por cuánto tiempo!...


Angus: Me gustaría poder decir que estoy acostumbrado pero tampoco me sale. Saliendo del civil sentí una alegría pintada, como si hubiera comprado un billete de lotería con la esperanza de agarrar "la grande", y por dentro con el miedo de estar en el sorteo de un hermoso par de cuernos y de tener todos los números en el bolsillo. Pero si algo nos hace humanos es la contradicción y la estupidez. Aposté todo a superarme, a prosperar para darle a lo que después, inocente, bauticé como "Familia", y el crupier me clavó la bolilla en el cero...


Yo: No quiero ser cursi ni consolarte pero, por lo menos la última vez que nos vimos 10 años atrás, montabas un buen auto y eras el principal creativo de una agencia publicitaria importante.


Angus: Cierto. Gran momento aquel. Una trepada casi vertiginosa. Pero todo lo que sube, en algún momento baja. Hay que ser muy frío y visionario para no llegar al momento en que nos demos cuenta que después del éxito no hay nada.


Yo: Te mató el divorcio, no?


Angus: La frialdad. El desapego a sus hijos. La demolición controlada en segundos de un hogar y un digno pasar construido en 10 años. Eso me mató. No fue Alejandra ni el Tano de la agencia. Fui Yo. Me suicidé en cuotas.


Después de un elástico minuto de silencio mientras arrugo los sobrecitos de azúcar vacíos, levanto la mano pidiendo la cuenta.


Yo: Tenés ganas de caminar un poco? Es temprano y por la sombra el calor todavía se banca.


Angus: Lo necesito. Y... Flaco: Gracias por bancar el vómito y por el desayuno.


Yo: Qué boludo que sos!


Continuará...


Ariel Villar

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