A cierta altura es inevitable mirar para atrás sobre el hombro. Y pensar: "que sería de este presente si...?" Lo cierto es que estamos exactamente dónde tenemos que estar y en ningún otro sitio, situación o estado. Y no son pocas las veces que nos enojamos por esa maldita costumbre de compararnos con los que creemos que están mejor, en lugar de agradecer por no tener que andar en los zapatos de quienes no tienen nada: techo, ropa, alimento, salud, dignidad, amor, paz. Ni si quiera una proyección de futuro que apenas si pasa de mañana. Ese mismo "mañana" que muchos damos por hecho y lo timbeamos en cada esquina sin siquiera levantar el pie del acelerador adjudicandonos el derecho de paso, cuando no algún drogado mental que le deja el paragolpes a 10 centímetros mientras putea al hombre mayor intentando cruzar la calle con la bolsita con el cuarto de pan para llevar a su casa.
Pero si en ese mismo momento frenas con tiempo y distancia, dejas paso con seña amable y agradeces por ser el que va en el auto, calentito y con la radio, podes considerarte una buena persona.
Y no pienses más en "que hubiese sido si...?" Empezá a bajar la ventanilla para dar monedas en un semáforo sin juzgar o si quiera pensar sobre el que pide. Agradece por poder ayudar, sabiendo que mañana mismo, si tenés la suerte que te toque un mañana, en cuestión de horas podes amanecer en los zapatos de ese "otro" que crees que no te toca ni de lejos...
Ariel Villar.
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