Desde que tengo recuerdos la mentira es una especie de camuflaje para atraer víctimas con diversos fines.
Y obviamente las expertas en éstas cuestiones fueron, son y serán las mujeres. Pará! No arranques con la pelotudez del machismo y la violencia de género que ésto es humor. Sigo.
Ya en mis escasos años de vida larval tenía una marcada fobia con el maquillaje que usaban las viejas amigas de mi abuela, que me las presentaba como si yo fuera una mascota nueva, obligándome a darles un beso sobre ese revoque pastoso que se fratachaban en la cara dejando un lunar con un pelo en el medio como si fuera una isla desierta. Andá a saber? Capáz que se lo consideraba un detalle sexy para la época... Arcadas! Y mientras nos íbamos llendo no paraba de frotarme la boca con la manga del sweter.
Se ve que allá por mi primera pubertad pasaron de moda y se impuso lo de enterrar una media sucia en el fondo, y decían que cuando se olvidaban que la habían enterrado la verruga se caía sola. Ahí agarré como una especie de paranoia revisando que todas mis medias estuvieran de a pares, tal vez a causa de alguna asociación inconciente y el miedo a que se me cayera la tan divertida verruga larga de la entrepierna.
Decí que años después la ciencia y el naturismo descubrieron las mil y una aplicaciones y bondades del áloe vera, que para los humanos vendría a ser como un WD40 pero natural.
Casi tan incómodo y vizcoso de aplicar como aquel maquillaje de la latita redonda con aplicador, que era como una ostia flexible del mismo color que el relleno de las Merengadas. Pero que la verruga se caía, se caía.
Claro los dermatólogos, cansados de limarse las uñas por falta de clientes tiraron la bronca y de la pinchuda verde no se habló más! El multiuso áloe pasó a ser cosa de pobres, viste? Y lógicamente a gran escala la industria de la belleza empezó a exprimir cuanto bicho se le cruzara, promocionando cremas con aceite de ballena, colágenos, antioxidantes (cuyos marketineros se inspiraron una vez más en el mágico WD40), y una lista interminable de productos anti-arrugas, tinturas importadas de Chernóbil, junto a toda la parafernalia multimillonaria de suplementos energéticos, afrodisíacos galopantes y otras mierdas que supieron destronar al viejo "Revulsivo Fluido Spineda" conocido como "Remedio de los caballos", que vendría a ser la versión nauseabunda de un líquido en botella de litro que se usaba para las mancaduras de esos animales y era bastante efectivo y no menos incinerante en luxaciones y torceduras humanas.
Los años pasaron, y la mentira de la imagen nunca perdió vigencia ni valor, como el dólar, viste? Así es. El efecto de la mentira cuando queda expuesta es realmente devastador. Y en los siguientes ejemplos no voy a practicar empatía con la vereda de enfrente porque, que yo recuerde, siempre fui Hombre, del verbo masculino, caucásico, talla alta y medianamente vestido para la ocasión. O me vas a decir que al año de haberte limpiado la baba de las comisuras en el primer encuentro con tu pareja, no transitaste la depresión post-maquillaje y los infames push-up? Vamos! (no te enchives Matilde, que en la próxima entrada hablamos de los fisico-culturistas devenidos en culi-panza de cerveza, vino y asado).
Después llegó la tecnología de la brutal interconexión global y la maravilla del Photo Shop se sumó al encierro pelotudo que supimos masticar en 2020 y su consecuente abstinencia social, y la llegada de los filtros a los vidrios de mano conectados hicieron magia con piernas, colas, tetas y caripelas con color de ojos incluidos, haciendo que las parejas que se conocieron por las redes sociales duraran lo que un pedo en un canasto de mimbre cuando se vieron face to face ni bien abrieron la jaula.
Tan poderosa es la mentira que hasta destruyó la magia de los amantes secretos y al mismísimo "pata de lana" (googleálo al abuelo pendex), personaje casi mítico de las raíces románticas Argentas.
Claro imagimáte: 8 meses a base de Manuela o convivencia forzada de lecho nupcial con Matilde, el primer efecto lobizón a la luz de la luna fue un "todos contra todos", con la oscuridad como único filtro portátil, ahorrando en no pocos casos hasta una improvisada depilación. "Para el hambre no hay pan duro", decía mi abuela, y se iba a comprar fiambre a la hora de la siesta para darle masa al almacenero (sensa joda!). No, nunca lo vi usar ni gorra ni sombrero a mi abuelo.
Y para no emplomar, cierro con una reflexión. Para mi, la verdad, todo éste kilombo de la diversidad de género es el producto de ésta cruel mentira que nos ocupa, desenmascarada por la necesidad y la desesperación, cuando a los pibes les dió lo mismo darle matraca a una bolsa de arrugas de la tercera edad, a una feminista "Adelaida" que no usa cinturón para no lastimarse los pezones con la hebilla, a una habitué de Mc Mierdas que es más fácil saltarla que darle la vuelta, o a un chabón con culito de Gym, bajo la premisa del viejo dicho campero: "Todo bicho que camina, va a parar al asador".
Millenito no me odies! Es sólo un poco de humor ácido y Rock n' Roll de un sexagenario sin frenos ni vergüenza.
Gracias por tu sonrisa, tu puteada y tu tiempo de lectura!
Ariel Villar
RadioBlog
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