La respuesta que me debía.
- Ariel Villar

- 22 sept
- 2 Min. de lectura

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Texto:
Camino con las manos en los bolsillos.
El barrio huele a pan, a tierra húmeda.
Y yo voy charlando conmigo, como siempre.
– ¿Qué buscabas en realidad de ella?
– Si ni siquiera la conocés.
Me río solo. Un intento de chiste que no funciona.
Me acuerdo de su risa. De cómo dijo mi nombre.
No era un futuro lo que yo imaginaba con ella.
Era algo más chico. Más peligroso.
La posibilidad de que me viera sin máscara.
– ¿No estarás aburrido de tu propia rutina, esa de stand up aprendida de memoria para el aplauso?
– Puede ser. Quizás buscabas confirmar que todavía interesás.
Me siento en el banco de la plaza.
El mismo con graffiti.
Y ahí caigo: no es que la dejé pasar…
Me boicoteé.
Me frené cuando asomaba algo verdadero.
– ¿Qué te detuvo?
– El miedo.
El miedo a que descubriera al hombre detrás de la rutina.
El miedo a no saber qué contestar cuando la vida te habla en serio.
Sigo caminando.
Las farolas se encienden.
El barrio parece darme permiso para dejar el guion.
Pienso en el humo de camerinos, en los micrófonos calientes.
Y me doy cuenta: ese fue mi acto real…
Sabotearme.
Llego a su cuadra.
Está ahí, apoyada en la puerta, bufanda al viento.
El corazón me golpea como un adolescente.
No tengo plan. Me acerco igual.
– Hola.
– Hola… ¿te acordás de mí?
Me río. No por el chiste. Por el alivio.
– Sí. Me di cuenta tarde de que la respuesta que buscaba… no era para vos. O sí. Pero primero era para mí.
Ella me mira con ternura.
Sin pedir nada.
– ¿Y ahora? –pregunta.
– Ahora no sé. Pero estoy dispuesto a dejar de repetir diálogos que no siento. Si te parece… probamos uno nuevo.
El silencio nos envuelve. Y no duele.
Nos quedamos con la incertidumbre.
Que al final… es la forma más honesta de compañía.
Me voy caminando.
No lo transformo en anécdota.
No lo convierto en remate.
Me lo guardo como fue:
una oportunidad que me obligó a mirarme al espejo y aceptar que me boicoteé.
Y al final, cuando la noche se hace barrio y las luces parecen más faros que farolas, entiendo algo tan humano que me hace sonreír solo:
a veces amar es apagar el interruptor del miedo…
para escuchar la propia voz.
Y ahí, recién ahí, descubrís que la respuesta que te debías… era la misma con la que te boicoteó el miedo.
Ariel Villar
Café Temperley☕
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Ariel Villar
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