Somos patéticos. Nos ponemos el disfraz de "la pobreza digna" que no nos cierra ni un solo botón, mientras hacemos la lista de cosas que no volveríamos a hacer en el próximo plano de existencia, o la próxima oportunidad en éste, copiando y pegando que "la esperanza es lo último que se pierde".
Finalmente, cerramos el diario íntimo de nuestra conciencia con la lección más importante:
Que la soledad nos hace fuertes, Libres, Independientes, hasta del mismísimo sistema de creencias que nos remacharon desde que teníamos la mollera blanda. Que con mucho dinero y salud la felicidad es inevitable.
Y que con la suerte y la gratitud de haber nacido sanos e inteligentes, el hecho de no habernos entrenado desde chicos para hacer dinero, rodeándonos de gente rica y prospera, fue la estupidez más cara de nuestra vida.
Pero no todo está perdido ni es tan depresivo como suena.
Ésta es la introducción como punto de partida para comprender que cualquiera sea el entorno en el que intentemos crecer, incluso embebidos en un "spanglish técnico" y la idea remachada del trabajo en equipo y sus múltiples sistemas aplicados a su análisis y rendimiento en la consecución de objetivos, el único móvil para el éxito es ganar dinero contante y sonante, que nos va a ubicar el dedo índice al alcance del timbre de las puertas del poder.
Claro, el propio sistema nos limita y utiliza con la necesidad de ser parte de una organización instalada, reconocida y poderosa, lo que descalifica cualquier intento de éxito en el ámbito autónomo (free lancer? Ok).
Posible? Si. Pero...
En la poco probable situación en la que decidiéramos bajarnos de la organización/escalera que creemos que nos va a subir al éxito, el primer paso será reorientar los sistemas aprendidos siendo parte de la empresa, para aplicarlos sobre nosotros mismos.
Pasar del trabajo en equipo y el tiempo que insume lograr su coordinación y efectividad, a la toma unilateral de decisiones cuyo resultado no admite grises: éxito o fracaso. Ganar o perderlo todo.
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Pero a diferencia de las grandes organizaciones, a veces tan ágiles y pesadas como un elefante, un fracaso en el mundo autónomo nos permite siempre empezar de nuevo.
Y la primera lección emergente de un fracaso es: "por ahí no es". Volver a intentar lo mismo sería tonto.
La ventaja del individualismo es que, ante un fracaso, no cargamos con la culpa de haber arrastrado a toda la infraestructura, y de obtener el éxito buscado, será absolutamente nuestro.
Si, suena a ego inflamado aplastando cualquier idea de lo posible. Pero es posible.
Las claves
Objetivo final claro y definido: de modo que sea nuestra definición de "éxito".
Peldaños cortos: fáciles de subir e integrantes de un ascenso constante, sin prisa pero sin pausa.
Retrovisor: un campo visual mucho más pequeño que nuestro parabrisas delantero, que nos permita chequear con frecuencia que vamos subiendo. Los primeros resultados esperados, el reconocimiento de la etapa lograda, los primeros ingresos de dinero. Buenas señales.
Análisis sincero: con la mirada fija en el objetivo principal y a la vez con total desapego al resultado, tener siempre preparado nuestro brazo más diestro para dar el volantazo a tiempo para cambiar el rumbo y tomar otro camino que nos lleve al mismo objetivo.
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Actitud.
Cerrando para no emplomar, nada mejor que un ejemplo:
Si nuestro objetivo es producir, crear y con ello ganar dinero, ofrecer un valor agregado diferencial puede ser la clave de nuestro éxito. Pero gratis, nada!
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Ariel Villar
Contenidos Digitales
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