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Dependiendo del ejemplo que hayamos tomado como guía en nuestra niñez y juventud, los hombres mayormente tendemos a la búsqueda de nuestra independencia y autosuficiencia, sin importar que sea desde lo económico o cuestiones que tengan que ver con la vida diaria.
Todo sobre ruedas hasta que nos topamos con el Gran Amor de nuestra vida, que tanto puede ser para todo el resto del camino, o durar lo que un gas en un canasto de mimbre al viento. Lo que entra por la vista como una sonrisa sugerente y oportuna coincidiendo con nuestra postergada libido, no sólo nos cae muy bien, sino que la usamos de maniquí para colgarle prendas y formas de nuestra "mujer ideal", que por supuesto sólo existe en nuestra imaginación.
Con "Ellas" sucede algo parecido, pero sólo en primera instancia. Aún cuando logremos hacerlas remontar vuelo en cuestiones sexuales, ésto sólo va a retrasar o al menos perfeccionar su técnica que por su propia naturaleza incluye ancestrales cuestiones de dominio. "No es mí caso!", dirás, pero voy a mostrarte pequeños detalles de convivencia que al menos te van a hacer pensar un poco.
Tu vida anterior.
Excluyendo los eternos hijos varones cómodamente instalados en casa de Mamá y con pensión completa hasta con beca de estudio y lavado de ropa, si tu estado anterior a la convivencia fue un feliz estadío de independencia absoluta viviendo solo, no te va a resultar difícil recordar cuestiones cotidianas como salir a comprar para comer lo que dictaban tus reales ganas, posando la mirada sobre la góndola de los deseos más que en las etiquetas de los precios. Ni pensabas en una compra mensual. A lo sumo la provisión de salame y queso, un par de packs de latas de tu cerveza preferida y algo de pan y fruta fresca. A lo sumo, una noche de heladera vacía por descuido se remendaba con 6 empanadas delivery o una oportuna visita a Mami. Panza llena, corazón contento y cocina impecable...
Pero el mundo de a dos cambia radicalmente las reglas de juego. Acordadas todas las cuestiones comunes de experiencias anteriores que supuestamente y al menos nos hicieron aprender parte de la canción de Calamaro: "...no sé lo que quiero, pero sé lo que No quiero...", aquellos viejos placeres individuales se modifican en ofrendas de placer para la nueva inquilina de vida, que con el tiempo se vuelven parte del inviolable "Reglamento de Convivencia", que vuelve a nuestro pasado el recuerdo de un hermoso cuento de ciencia ficción.
Las interminables y placenteras horas de mimos a nuestras máquinas de placer (autos, motos, lanchas o algún otro hobbie bien egoísta y personal), son reemplazadas por dulces cambios de opiniones sobre la presencia de la moto en el living como elemento decorativo, o el reiterado pedido con una sonrisa falsa como billete de 3 mangos para que los pitufos del combo de la oferta no coman alfajores de chocolate o helado sobre los asientos del auto o el futón del living.🤯
Claro, éstas viejas manías salen a luz de la convivencia y normalmente se pisan con las de nuestra nueva consorte que, en la busqueda de nuestro "Yo" más oculto y ya ubicada en el puente de mando de la cocina, es capáz revisar el tacho de basura a mano limpia, sin asco y al mejor estilo Sherlock Holmes.
Si prestás un poco de atención y conservás algo de memoria de tu antiguo "santuario", vas a notar que tu dieta cambió radicalmente con la excusa de mantenerte bien alimentado y físicamente "balanceado". Pero frente al espejo del baño también te das cuenta que no estaría dando los resultados aparentemente esperados al ver tu abdomen bastante más desarrollado que como lucía en tu soltería. Tu ropa también cambió. Llega el verano, vas al clóset a buscar tu remera favorita de entre-casa y después de mucho preguntar y obtener respuestas del tipo:
"no sé cuál decís, amor! La chomba verde?"
"No cielo! La musculosa naranja con el logo de KTM!"
"Ahhh, esa la usé para lustrar los muebles porque tenía un agujerito atrás en el cuello. Igual te digo?: Te quedaba como el orto".
Y mientras se agacha sugerente en remera larga debajo de la cual sólo tiene la diminuta tanga estilo "come-trapo", Vos dudás entre embocarle un puntinazo de derecha al centro de sus encantos como penal definitorio, o castigarla contra la mesada cual cepo de amor liberador de endorfinas. Claro, dependiendo de cual haya sido tu elección vas a poder empezar a entender algún boceto de tu presente...
Ellas, y aunque no lo creas, invierten gran parte de su tiempo social con amigas en transmitirse de generación en generación un puñado de sabiduría "ocultista". Fijáte que pasados los 40 en todo grupo de amigas siempre está la que cura el empacho, que lo aprendió un 24 de Diciembre un poco en pedo y con bombacha rosa, y si te tocó ser su pareja, no creo que recuerdes una sola noche buena en la que hayas logrado siquiera una cuchareada sin ropa interior, sea por tus niveles de alcohol en sangre o por los de ella, pero lo más seguro es por no garcar el embrujo.
Las 12 pasas de uva tal vez tengan que ver con seguir comiéndote al menos por los próximos 12 meses, el Extra Brut con helado de limón una especie de lavativa de todos sus pecados, y la bombacha rosa tal vez un símbolo de inocencia fémina que ya perdieron hace tiempo.
No es por darte manija: pinzas y martillos que no encontrás en donde deberían estar: la mesa o el cuarto de herramientas, que aparecen por arte de magia de un dato risueño en el cajoncito de la máquina de coser, y más comúnmente en el cajón de los cubiertos. Cabellos teñidos y largos que obviamente no son tuyos, entretejidos en TU cepillo, y ni hablar del de ella: un nido de cotorras. Y cada tanto te toca la indigesta tarea de destapar el desagote de la ducha o el lava-manos, con el arte de la repulsiva pesca de algo más parecido a una vieja del agua cruzada con Chubaca. Pero dejás la tabla del inodoro levantada y se te pudre el rancho.
Entonces empezás a experimentar una secreta y muy íntima desconfianza marital, con un primer intento de un regreso triunfal a tu amado arte culinario disfrazado de "actitud colaborativa", pero te aclaran firme y amablemente que la cocina No es terrero en el que si quiera puedas caer de visita. Lo mismo que el lavadero, tu antiguo reducto en el que convivían tu estoico lavarropas, hoy ninguneado por un Koinnor que te seca los bolsillos casi tan rápido como ella, con largos atados de salame casero comprados al costado de la ruta y colgados del viejo tender hasta que estén a punto, junto a los siempre inservibles trastos acumulados por años, que cada tanto nos sacan de un apuro dominguero de ferretería cerrada. Felicidad en estado puro!
Hasta no se si por educación estética, costumbre bien enseñada de Padre o tal vez por no dejar ninguna "prueba del delito", te volves a lavar los boxer con lujo de enjuague capilar y los colgás en el lugar más alto y soleado de las soga, donde Ella no llega sin un banquito.
Ella, la Mujer de la que seguís enamorado como el primer día, la que te permite el padrinazgo de la parrilla y el disco para que te luzcas con tus tus toscas habilidades culinarias. Ella, "la flor más bella", que supo imponerte día, hora, lugar y momento para tus creativos arranques de sensualidad y Libertad de Espíritu, hoy casi invisibles entre la bruma de sus "50 sombras de Grey".
Pero a no desesperar, tranki! Que todo es entrenamiento, experiencia y disfrute, y más aún siendo conscientes de ser activos sexagenarios acompañados de una aún atractiva Dama y con 11 años menos.
Y no seas egoísta culpándola de tu próxima "descalsificación": los celos son cosa de adolescentes, sobre todo teniendo en cuenta que vivimos en la era de las 57 sexualidades distintas, que probarlas todas es legal y todas ellas con garantía de retorno.
Así que, mí estimado y aggiornado a la vida en pareja: No escatimes confianza a tu amada compañera, Libertad Incondicional, a probar de todo en éste banquete que nos ha servido la vida, "vermouth con papas fritas y... Good Show!!"
Ariel Villar
Café Temperley
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Ariel Villar
Café Temperley
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