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El Globo Argento. Cap.3 - La Clase Media 2024. Entre la ironía y el aguante.

Foto del escritor: Ariel VillarAriel Villar

Actualizado: 1 dic 2024

ironía y aguante

La clase media en 2024: Entre la ironía y el aguante


Era una tarde como tantas en el Café Temperley, el refugio predilecto de Julián y Mariana. El lugar tenía ese aire inconfundible de un viejo cafetín de Buenos Aires: cortinas de pana, mesas de fórmica rayada, y el invariable perfume a café con medialunas. El mozo, Héctor, era parte del mobiliario, y nadie sabía si estaba ahí por costumbre o porque realmente trabajaba.


—¿Te acordás cuando queríamos comprar un terreno en algún lado? —preguntó Mariana mientras acomodaba su tote bag ecológica sobre la silla.

—Sí, claro. En ese entonces creíamos que “planificar” era una palabra que tenía sentido. Ahora planificar es decidir si llegamos al supermercado el jueves o el viernes, cuando ya remarcaron todo. —Julián tomó el menú y fingió leerlo, aunque ya sabía que iba a pedir lo de siempre.


—Vos no entendés, Juli. Hay gente que se compró departamentos en pozo y ahora ni siquiera los puede alquilar. No te digo que no hay que tener sueños, pero, no sé, yo siento que me sobra realidad y me faltan ilusiones.

—¿Vos sabés qué es lo único que me ilusiona? Que si seguimos así, por ahí dentro de diez años el café viene con refill. —Se rieron al unísono, y Héctor apareció justo para tomar el pedido.


—¿Qué va a ser, chicos? —dijo el mozo con su tono habitual, mezcla de desgano y sabiduría popular.

—Un cortado para mí, Héctor. Y un tostado mixto, pero que tenga más tostado que mixto porque, bueno, la inflación, ¿viste? —ironizó Julián, ganándose una mirada de reprobación del mozo.

—Yo un té con limón, por favor. Y que el limón sea argentino, eh. Nada de esas importaciones raras de Perú —sumó Mariana, en un tono que apenas lograba disimular la broma.


Cuando Héctor se alejó, Julián suspiró.


—Che, ¿y cómo sigue tu idea del coworking?

—Ahí anda. Parece que a la gente le gusta eso de alquilar un escritorio, pagar el cafecito caro y fingir que trabajan para una startup. Es el nuevo sueño argentino, ¿sabías? Ya no es tener casa propia; ahora es ser freelance y tener un termo Stanley.

—Claro, porque en este país ser freelance no es un lujo, es un acto de fe.


El comentario quedó flotando en el aire unos segundos. Mariana apoyó el mentón en la mano y lo miró con algo de melancolía.


—A vos te gusta hacerte el irónico, pero no somos tan distintos de nuestros viejos. También queremos estar mejor, que no nos rompan la cabeza con impuestos, que algún día podamos irnos de vacaciones sin llevar comida en la conservadora.

—La diferencia es que ellos querían eso para siempre. Nosotros nos conformamos con un verano. —Julián se rió, pero había algo de verdad amarga en sus palabras.


La charla se desvió a temas cotidianos: los precios del súper, las cuotas de la tarjeta, el rumor de que ahora el dólar iba a tener colores, como si eso lo hiciera más accesible. Sin embargo, siempre volvían al punto central: la sensación de estar en un limbo. Ni pobres, ni ricos. Ni conformes, ni derrotados.


Héctor volvió con los pedidos y dejó el té sobre la mesa con una advertencia.

—El limón es argentino, pero ojo que el agua es de Capital, eh.

—Ah, bueno, Héctor. Decime que también tenés un chiste sobre el dólar blue y completamos la tarde —respondió Mariana, mientras Julián se tapaba la cara para disimular la risa.


El café seguía llenándose de charlas similares. Algunos discutían si las universidades públicas iban a seguir siendo gratuitas. Otros hablaban de “invertir” en criptomonedas como si fuera una quiniela más sofisticada. Mientras tanto, Julián y Mariana miraban por la ventana.


—Che, ¿y si un día nos vamos?

—¿A dónde? ¿A Pilar?

—No, me refiero a irnos en serio. España, Italia, Nueva Zelanda…

—Ah, claro. Porque seguro que en Nueva Zelanda nos están esperando con los brazos abiertos. Yo les digo que sé hacer milanesas, y vos, ¿qué? ¿Sabés usar Mercado Pago? —rió Mariana, quitándole peso al comentario.


El reloj marcaba las seis y media, y el sol empezaba a esconderse. Afuera, el mundo seguía igual: caótico, encantador, inestable. Adentro, los dos amigos se terminaron sus pedidos y se quedaron en silencio un rato, cada uno perdido en sus pensamientos.


—Bueno, ¿vamos? —preguntó Julián al rato.

—Dale. Total, mañana volvemos a quejarnos de lo mismo.

—Y a pedir lo mismo. El tostado mixto sigue siendo un lujo.


Ariel Villar

Café Temperley

 

Del autor:


Ante todo, gracias por leer! Me gustaría que participes respondiendo algunas pocas preguntas relacionadas con el relato precedente. Aquí van:


  1. En la ilustración vemos a Mariana y Julián en la mesa, en la que hay servidos y sin tocar 2 cortados en jarrito y 2 pedidos más en vasos más grandes, también sin tocar. Esperarían a alguien más que no llego, o se equivocó el mozo?

  2. En la ilustración Julián está tomando un café con leche. En qué momento lo pidió?

  3. El relato Mariana deja su tote bag sobre la mesa. Podrías decir que es un tote bag?

  4. Podrías identificar alguna curiosidad en las promos de los carteles?

Espero te sumes con tus comentarios al pie de ésta pantalla, al que podés agregarle gifs, emojis e imágenes tocando el signo (+), y si querés calificar éste capítulo con estrellitas.

Que tengas una excelente jornada!

 

Tu aporte voluntario es motivador de mi trabajo:



Ariel Villar.

Café Temperley


1 comentario

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1 Comment

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Guest
Nov 30, 2024
Rated 4 out of 5 stars.

Muy creativo.

  1. El mozo es un robot y le falta puesta a punto. A Julián le trajo una media luna.

  2. Se está terminando el que dejó ayer.

  3. Bag = cartera. A tote no lo tengo.

  4. Varias. Las del vidrio miran hacia adentro😁


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