El Globo Argento
Capítulo 2.
Los "millos" no nos soportan.
Nuevos Ricos o beneficiarios de herencias legítimas o cuestionables, los auto-convocados Clase Media-Alta o Alta-Mentirosa, sienten que se les mancha el tujes si tienen que compartir la misma cabina de un vuelo con un Clase Media y un asquito particular al dicho "vuelos para todos".
Nada más lejos de mi si estuviese a mi alcance, que subirme a un FlyBondi. Prefiero disfrutar el viaje manejando o viajar en micro o en tren. Simplemente por sano nacionalismo y por el hecho de saber cómo trabaja mi hijo en el mantenimiento y abastecimiento de Aerolíneas Argentinas que, más allá de toda cuestión política, estadísticamente sigue siendo la aerolínea más segura.
Y cuando digo "millo" no hablo de multimillonarios que se mueven en su propio jet privado, sino de los "cacerolas" que se la creyeron toda por moverse en un auto gama media-baja que hoy ronda los 15 millones de pesitos, apenas unos 15.000 dólares. A ver: el de la foto siguiente no es precisamente el auto de un millonario. Ni siquiera es un Auto!
"Para muestra basta un botón" decía mi abuela y hoy repetido por las millennials disfrazadas de madres en Halloween, rotulándolo como "Dicho Vintage" o PVS (Popular Vintage Said).
Acercando la lupa.
Dado que el foco de éste Libro-Manga es nuestra amasada Clase Media como verdadero jamón del medio del sanguche socioeconómico Argento, empecemos por determinar dónde nos ubicamos dentro del tablero:
A la Clase Alta de Verdad no le molestamos en lo más mínimo. Ésto sin dar por sentado que son todos buena gente, porque buena gente hay en todos los estratos y de la otra muchísimos más. Sucede que ellos evaden impuestos que son
compensados por la Clase Media exclusivamente, porque la Clase Baja no paga ni el cable, ergo, cable es igual a cable de TV, de internet y de luz. Pero resulta ser que los pocos que aún conservan el laburo, son la mano de obra pesada y barata de esos High Class, por lo cual, no sólo les caen bien, sino que en gran medida su riqueza depende de ellos... Y de nosotros también que somos los consumidores de sus productos/servicios.
Pero los "millos" tienen ese... no sé qué, viste?, que los hace tan fácilmente detectables.
Los vemos en la cola del Check-In de Ezeiza o Aeroparque. Ellos con short, chombita de marca (trucha, claro está), gorra y ojotas. Ellas con lentes de sol, capellina corte italiano de manufactura La Salada pero comprada en Las Lomitas, blusita tipo Top con nudo a la panza, pantalones casual day olgados con elástico de bajado rápido para toilet de vuelo que le disimulan la flojera de chasis, y sandalias crock con zoquetes multicolor. Lindísimas.
Detrás de ellos y como verdadera cosa de Mandinga, los sigue una valija tipo mudanza a Kamchatka, envuelta y precintada como si llevaran alguna encomienda gubernamental a Gran Bretaña, para confinarse una semanita en un All-Inclusive de Floripa enclavado entre fabelas en época de lluvias...
La Grieta Mental.
La de "ellos" ya quedó bastante clara con lo dicho. Pero la verdadera grieta la tenemos nosotros, los del medio, criados mayormente en senos familiares trabajadores, emprendedores, estudiantes y eternos buscadores de oportunidades. Somos como un enjambre social de críticos cinéfilos, consumidores de Netflix, lectores de best sellers, oficinistas frustrados, bancarios devaluados por default y selfistas 24/7 en Instagram, porque Facebook es para viejos pobres, que escriben mucho y como el orto (habemus excepciones).
Somos gente realmente desesperada por estar al tanto de los personajes de las series top, por estar tupidamente mal informados para convertirnos en opinólogos eruditos.
Desesperados por publicar eventos tan especiales como la ansiedad pre-vacacional, por invertir 4 de los 6 días de vacaciones en selfies para redes sociales y estados de WhatsApp con comentarios anulados y likes habilitados, y por la industria creativa de la depresión post-vacacional.
Somos variopintos, socialmente empáticos pero siempre con las ventanillas cerradas en los semáforos, sensibles como el cristal, transparentes como la madera y culorrotos también, no jodamos.
Pero también somos los del medio, los que les bancamos los trapos a los hijos tomando como base y piso que al menos lleguen a grandes al mismo nivel socioeconómico que nosotros y, como meta, que nos superen por mucho. Somos los que intentamos dejarles algunos de los muchos valores que heredamos, un techo propio por el que tal vez en el futuro se saquen los ojos o que lo aprovechen de la mejor manera, dependiendo del puñado de herramientas intelectuales que les hayamos dejado y del vínculo afectivo que hayamos podido construir.
Y también somos los imbéciles creyentes del negocio fácil del millón de dólares, consumidores del coaching que nos enseñe a caminar después de haber corrido los 100 metros llanos, para no licuarnos con la culpa de nuestras malas decisiones.
Somos los que aprendimos y enseñamos con el propio ejemplo y los propios errores.
No estamos en la cima ni estamos en el fondo. Estamos en el medio del abismo y como tales, también somos parte de la grieta.
(Continuará)
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