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Cadena de favores: el mito del café con leche y medialunas pagadas

Foto del escritor: Ariel VillarAriel Villar

Actualizado: 11 dic 2024

Cadena de favores

Hubo un tiempo, o eso dicen, en el que el conurbano respiraba solidaridad en estado puro. Era la época de los favores encadenados, cuando alguien dejaba pagado un café con leche con medialunas para el próximo que lo necesitara. Un gesto noble, casi mítico, que hoy parece más cercano a un guion de película que a la vida real.


¿Vos te acordás, Ernesto? -preguntó Lidia, agitando el azúcar en su taza en el Café Temperley.


Sí, Lidia, me acuerdo. Pero también me acuerdo de cuando la yerba duraba más de una semana y los colectivos no te cobraban con ganas de llevarse el aguinaldo.


Y ahí está el tema. Porque, seamos honestos, ¿cuánto hace que no ves a alguien dejar pagado un desayuno por simple altruismo? Hoy día, un café con leche y dos medialunas rondan lo que un jubilado cobra en el mes. No es que la gente no quiera ser solidaria; es que ya nadie puede darse ese lujo. Hasta el más generoso calcula en la cabeza: "Si dejo este desayuno pagado, ¿qué como yo mañana? ¿Un criollito y mate cocido?".


La economía versus la bondad


Lidia, con su peinado eterno de ruleros y tintura castaño oscuro, deslizó una reflexión interesante:


Lo que pasa es que ahora todos estamos tan ajustados que pensar en el otro da vértigo. Antes había otra cosa, otro espíritu. Ahora, cada uno cuida su quinta como puede.


No se trata de que la gente haya dejado de ser solidaria, sino que la solidaridad encontró otros caminos. Por ejemplo, los grupos de Facebook donde se intercambian zapatillas por clases de apoyo escolar, o las cadenas de WhatsApp pidiendo ayuda para cubrir un tratamiento médico. La cadena de favores mutó, se adaptó al bolsillo roto y a los tiempos digitales.


Eso sí, lo que no cambió es el ingenio argentino para pedir favores. En lugar de "te dejo un café pagado", ahora escuchás frases como:


Che, ¿no me tirás un viaje en tu SUBE que después te lo devuelvo?

O la clásica:


¿Te animás a ayudarme con esto? Mirá que después yo te hago la gamba.


El efecto pandemia y el "sálvese quien pueda"


La pandemia también dejó su huella en la cadena de favores. Con todo el mundo encerrado, el café con leche pagado se transformó en el vecino que te alcanzaba un bollo de pan cuando no podías salir. Pero algo se rompió en el camino. ¿Será el cansancio, la incertidumbre? Ahora, el "sálvese quien pueda" parece haber ganado terreno.


Ernesto se rascó la cabeza.


Lidia, ¿vos decís que la gente ya no es solidaria?


No sé, Ernesto. Quizás lo que falta es esperanza. Sin esperanza, ¿para qué vamos a dejar algo para el otro?


Mientras tanto, en la mesa de al lado, una madre se sacaba una selfie con un filtro de medialuna gigante. Porque si algo nos sobra, incluso en la peor crisis, es la capacidad de reírnos de nuestra propia desgracia.


¿Y ahora qué?


Tal vez la cadena de favores necesita un reseteo. Quizás no haga falta dejar un desayuno pagado, pero sí abrir la puerta a los gestos simples: ayudar a un vecino con las bolsas, ceder el asiento en el Roca, o compartir ese último mate aunque la yerba esté lavada.


Así, tal vez algún día, volvamos a entrar al bar y escuchemos al mozo decir:


"Te lo dejó pagado alguien, pero no quiere que sepas quién fue".

Y esa sensación cálida de que todavía hay esperanza nos va a durar al menos hasta la próxima inflación.

 

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Gracias de corazón!


Ariel Villar

Café Temperley

 

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