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38 grados. 🌡️

Foto del escritor: Ariel VillarAriel Villar

Transitando mis 60s el uso del termómetro es una costumbre nomás para comprobar lo que siento. Lo usual: frío intenso, temblores, dolor en cada centímetro cuadrado del cuerpo y un estado idiotizante que anula la capacidad de lograr cualquier razonamiento básico.


Ibuprofeno 800 o cualquier otro anti-febril y el único camino transitable es el que me lleva a la cama. Mí viejo polar de entre casa, mantas, edredón y posición fetal tapado hasta la nariz como para calentar el aire que rodea mi cuerpo.

Dicen que el hombre resiste mucho menos la fiebre que las mujeres. Cierto. En mi caso si quiera puedo hilvanar dos pensamientos seguidos como para conciliar algo de sueño mientras el ibu hace efecto. El cuerpo tiembla descontrolado para generar calor, pero ésta reacción también consume energía, lo que termina sumergiéndome en un sueño laxo.


Me despertó el aroma del hervor del tomillo que Rosa está preparando para un baño de pies junto con una cacerolita con hojas de eucalipto para las vías respiratorias.

Juanita, la unica vecina de la cuadra, nos trajo unas jugosas y dulces naranjas de su huerta y algunas legumbres para una buena sopa.


Ya sentado en la cocina y con los pies en la palangana, aún extraño un poco el móvil y la conexión a internet. Pero pasa pronto cuando recuerdo los motivos que nos hicieron alejar de la "civilización?" y buscar un lugar bien apartado y de difícil acceso para cualquier estúpido citadino que pudiese oficiar de manzana podrida arruinando lo que tanto nos costó crear.


Somos apenas 10 familias viviendo en un predio de poco menos de 20 hectáreas y el pueblito más cercano está a unos 120 km de los cuales 80 son de tierra. Contamos con agua de vertientes naturales y sistemas caseros pero efectivos de potabilización. En cuanto a la poca energía que necesitamos la obtenemos de paneles solares, generadores eolicos y rara vez recurrimos a un generador diesel comunitario que se enciende sólo cuando el clima no ayuda.

Construimos una modesta escuela con maestros y profesores muy preparados y una pequeña salita de primeros auxilios que, gracias a Dios y a la educación que reciben nuestros niños, prácticamente no se utiliza.

Aquí nadie trabaja por un sueldo. Cada quien se dedica a hacer lo que mejor sabe, y vivimos con un sistema de trueque libre. Casi todos tenemos al

menos un perro, algunas gallinas y hasta un par de chanchitos, y una huerta provista con todo lo necesario para las 4 estaciones.

La calefacción es a leña y en verano la pasamos bastante cómodos gracias al tipo de construcción utilizada y su orientación, permitiendo que la misma brisa refresque los ambientes de manera natural y efectiva.


De qué huimos?


De la locura conurbana, de la mediocridad, de la idiotizacion sistemática de generaciones completas que no pueden distinguir lo correcto de lo que no lo es. De la violencia, de la inseguridad, de la falta de ética, de creatividad, de empatía, de humanidad.


Qué ganamos y qué perdimos?


Perdimos la posibilidad de ser parte un sistema estupidizante y morboso, sin valores ni conciencia. Perdimos la posibilidad de sobresalir de la mediocridad y casi sin esfuerzo. Perdimos la posibilidad de hacer mucho dinero, para gastarlo en ese sistema que aborrecemos y que ya no tiene solución.


Pero ganamos paz, humanidad, alegría, salud, nos conectamos cara a cara, nos podemos abrazar o darnos una mano en lo que sea. No usamos relojes. Solo las 4 estaciones del año y un calendario en el que estàn marcados los cumpleaños de todos los vecinos. Amigos.


Una manito tibia me toca la frente. Abro los ojos y me dice: "Querés un tecito amor? La fiebre ya te aflojó.

"Dale, gracias!".

Y mientras me levanto como pasado por un sauna, voy derecho para la ducha pensando en las locuras que uno sueña cuando está con 38 de fiebre...


Ariel Villar

Café Temperley


 

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