Suponiendo que estemos gozando de una razonable buena salud sexagenaria, asumiendo que "razonable" refiere a un estado físico y mental lógico para quienes no nos hemos privado de casi nada en éste plano de existencia, es sano que comprendamos la forma en que nos ven ellos, nuestros hijos y su generación quienes, a toda máquina van logrando concretar sus sueños.
Hace tiempo que ya vuelan solos y bien alto, lo que nos inspira gratitud nomás por verlos crecer como personas exitosas de bien, criando a sus hijos mejor que nosotros a ellos.
Y en medio del fragor de su lucha diaria, aún no encuentran la forma menos incómoda de cargar el lastre emocional, cuando nos ven cuesta abajo como Buzz Lightyear, cuando les decimos que no estamos volando, sino cayendo con estilo.
Nos quieren dedicar parte de un tiempo del que no disponen porque corresponde a nuestros nietos, como debe ser, y de a ratos los invade un sentimiento de impotencia inevitable, pero a la larga digerible con una Buscapina conocida como "Ley de la Vida".
Y los que aún estamos disfrutando de los nietos, de rutear un poco, de no saber qué día ni qué hora es sin que nos importe un soberano bledo sabiéndonos patrones 24/7 de todo lo que nos quede, tenemos que tener el cuidado necesario para no dejar de alentarlos y apoyarlos, y especialmente de no remarcarles nuestras "Nanas de la Cebolla" (Miguel Hernández) para no ponerles palos en sus ruedas. De lo contrario, haberles regalado la vida y haberlos criado como mejor pudimos no tendría sentido.
Para ellos, como lo fue para nosotros, tomar conciencia de que Papá y Mamá ya estan "grandes"(viejos las pelotas!), es como aceptar la inevitable caída de sus primeros Héroes tal como cae un piano de cola de un décimo piso.
Y si no fijáte: cuando con nuestro roto humor irónico los probamos actuando el personaje de viejo gagá con alguna frase desubicada como Adán en el Día de la Madre, ellos bajan la mirada y sonríen compasivos sin decir nada, lo mismo que hacemos nosotros, cuando los escuchamos queriendo arreglar el mundo sin herramientas, metiendo un sobrecito de papel en una caja de cartón, como si la IA les fuera a dar algo de pelota...
Ariel Villar
Café Temperley
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