"El día que casi renuncio por una empanada fría" (Relato enviado por un lector)
Un estimado lector nos envió a través del chat del sitio el relato de su experiencia reciente. Nos pareció curiosa, con algo de dramatismo y humor a la vez, con lo cual claramente pudimos haberlo utilizado como parte de un relato.
Pero nos pareció mucho más sincero e interesante compartirlo con Vos, para luego pedirte que participes con tu opinión sobre el suceso, o como hubieses actuado en su lugar, o simplemente que comentes tu propia experiencia sobre un hecho cotidiano y particular, utilizando la casilla de comentarios al pié de ésta pantalla.
Aquí va el relato de nuestro lector:
"Hola, equipo de Café Temperley. Les quiero compartir mi odisea laboral del jueves pasado, porque necesito saber si soy yo el exagerado o si estas cosas le pasan a más gente.
Trabajo como vendedor en un local de electrodomésticos en Avellaneda, y aunque suene glamoroso decir que vendo heladeras y microondas, la verdad es que paso el día esquivando clientes que entran solo a preguntar precios para comprarlos en Mercado Libre. Pero bueno, ese no es el punto.
Publicidad:
El jueves llegué medio apurado porque se rompió el bondi. A las 10 de la mañana ya estaba atendiendo a un cliente que quería que "le prendiera" un aire acondicionado de exposición para ver si enfriaba (¿cómo explicarle que no puedo instalarlo en pleno local sin que me echen?). Cuando por fin se fue, vino mi jefe, con su frase favorita:
—¿Cómo va ese entusiasmo, Juan? Que la energía se nota, ¿eh?
A las 14:00, moría de hambre. En el apuro de la mañana, me olvidé de cargar la vianda, así que tuve que pedir unas empanadas de pollo a un local cercano. Cuando llegaron, ya estaban tibias, pero bueno, era eso o seguir aguantando los rugidos de mi estómago. En la primera mordida, me doy cuenta: ¡el relleno estaba congelado! Sí, helado como mi paciencia.
Llamé al local para quejarme, y el encargado, con un tono digno de un sketch de Cómico de Stand Up, me contestó:
—Y bueno, papá, comelas así o calentalas, ¿qué querés que haga?
Ahí ya estaba listo para renunciar al trabajo, a las empanadas y a todo el conurbano. Mi jefe, que había escuchado la llamada, me miró y me dijo:
—¿Ves? Esto es lo que pasa cuando no ponés entusiasmo, ni las empanadas te salen bien.
Terminé ese día comiendo una barrita de cereal del kiosco y planeando una carta de renuncia mental que, por suerte, nunca escribí. Pero ahora estoy acá, preguntándome: ¿es normal tener días así de desastrosos o el universo me eligió para reírse un rato?
Los leo, gente. ¿Cuál fue el día de trabajo más caótico que tuvieron? ¿Y qué tan importante es una buena empanada para sobrevivirlo?"
Juan, desde Avellaneda.
Redacción:
Gracias Juan!!
Impecable tu relato.
¿Qué opinás de la historia de Juan? ¿Te pasó algo similar en el trabajo? Compartí tu anécdota en los comentarios, que en Café Temperley siempre hay lugar para las historias del conurbano y una buena charla de sobremesa (¡aunque sea con empanadas frías!), pero siempre un café caliente.
Esperamos tu comentario al pié de ésta pantalla en la casilla habilitada al efecto, con acceso a gifs y emojis, o bien en forma privada a través del Chat tocando el icono azul abajo a la derecha.
Si te gustó ésta entrada:
y si querés ser parte de ésta pequeña comunidad y estar al tanto de todas las novedades de Café Temperley, sumáte como miembro de ésta pequeña comunidad acá.
Tu comentario siempre es bienvenido tocando las estrellitas de calificación de arriba.
Gracias de corazón!❤️
Ariel Villar
Café Temperley
Yo si soy Juan y la empanada sigue congelada, después de esa respuesta del "carlitos" que lo atendió, la uso como proyectil para limpiarle el blindex del local de forma permanente. Coincido con el Jefe de Juan en que tiene que reforzar su entusiasmo!! jaja. Abrazo!