Amarres y brujerías en el conurbano: entre la pasión y el negocio del esoterismo
- 19 feb
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Si vivís en el conurbano bonaerense, seguro escuchaste hablar de los “trabajos”, los “amarres” y las “manos santas” que prometen encender pasiones, traer de vuelta al que se fue o, en el peor de los casos, dejarlo atado y dominado. No importa si creés o no en estas prácticas: existen, se transmiten de generación en generación y forman parte del folclore urbano tanto como los sueños de la quiniela o las estampitas de San La Muerte escondidas en la billetera o tatuajes en partes estratégicas del cuerpo.
Ahora, ¿de dónde viene todo esto? ¿Qué tan efectivas son estas prácticas? ¿Cómo se propagan y quiénes lucran con la desesperación ajena? Vamos a meternos en el barro del esoterismo conurbano, sin filtro ni eufemismos.
Un poco de historia: de la colonia al conurbano
El esoterismo en Argentina es una mezcla de influencias indígenas, africanas y europeas. La brujería, la santería y los rituales de amarre tienen raíces en la hechicería española, el curanderismo guaraní y la magia afrobrasileña. Desde la época colonial, las mujeres en particular y tal vez por su condición de exclusión de actividades reservadas sólo para hombres como la política, el dinero y el poder, han transmitido estos conocimientos de manera oral, pasando recetas y “trabajos” de madres a hijas o entre vecinas. Seguramente le habrás hecho curar el empacho a uno de tus hijos después del fracaso de la medicina tradicional por alguna mujer de la familia a la que le fue conferido el rezo, en secreto, un 24 de diciembre a las 12 de la noche.
En los barrios del conurbano, la tradición de los amarres se mantiene con fuerza. En las ferias y mercados podés encontrar velas de todos los colores, polvos esotéricos y hasta baños especiales para atraer el amor. Pero el verdadero negocio está en los consultorios de tarotistas y brujas que ofrecen trabajos a medida, con precios que van desde unos pocos billetes hasta sumas ridículas dependiendo del “poder” del hechizo.
Los amarres: el lado oscuro del deseo
Los amarres son rituales que buscan atar emocional, sexual o espiritualmente a una persona. Son casi siempre solicitados por mujeres sobre hombres, en especial sobre los que de algún modo pueden oficiar de proveedores de seguridad económica, aunque también hay casos inversos. El objetivo es claro: que no se vaya, que no mire a otra, que vuelva rogando.
Los más comunes incluyen:
Amarre con foto y velas: Se usa una foto del "objetivo", velas rojas o negras y un rezo repetitivo que suele incluir su nombre completo.
Trabajos con fluidos corporales: Sí, leíste bien. Menstruación, semen o cabello se mezclan en comidas o bebidas para “atar” a la persona desde adentro.
Muñecos con alfileres: La vieja técnica del vudú, pero adaptada al conurbano con muñecos de tela, cera o plastilina, que representan al sujeto y se manipulan para generar deseos o sufrimientos.
Orina en la ropa: Uno de los amarres más conocidos y polémicos. Se dice que rociar la ropa interior del hombre con orina femenina hace que nunca pueda olvidarla.
Cementerio y tierra de muerto: Para los casos extremos, cuando el objetivo ya está en otra y no hay forma de hacerlo volver. Se entierran objetos personales en un cementerio con rituales específicos.
El negocio del esoterismo: entre la fe y la estafa
En redes sociales hay brujas y santeros disfrazados bajo fachadas como "Lectura de Carta Astral", que ofrecen amarres “garantizados” por cifras que pueden ir de los $20.000 a los $200.000, dependiendo de la urgencia y el nivel de “trabajo” requerido. Algunos incluyen consultas presenciales, otros solo a distancia, y siempre con la promesa de resultados en cuestión de días.
Este negocio se sostiene por la desesperación y el miedo: miedo a perder al otro, a quedarse solo, a no ser suficiente, o simplemente para asegurarse el "hombrito" para llorar" y la mano de obra y servicio gratis en cuestiones hogareñas y de negocios. Pero también hay un componente cultural. En muchos barrios, la bruja o santera es una autoridad, una consejera que maneja secretos de la comunidad y a la que se recurre antes que a un psicólogo.
El problema es que en la desesperación, muchas personas caen en estafas. Hay historias de mujeres que hipotecaron su casa y sus vidas por un amarre que nunca funcionó, o de hombres que terminaron con miedo a sus propias parejas porque encontraron muñecos extraños en el ropero, lo cual los hizo alejar completamente.
Cómo romper un amarre (si creés que te hicieron uno)
Para quienes creen en estas prácticas, también hay formas de romperlas. Las más conocidas incluyen:
Baños de descarga: Con sal gruesa, ruda y romero. Se dice que limpian energías negativas y cortan ataduras.
Rituales con fuego: Quemar objetos que puedan haber sido usados en un amarre (cartas, fotos, regalos) y esparcir las cenizas lejos de la casa.
Consultas con especialistas: Santeros o curanderos que “deshacen” lo hecho, generalmente con rezos y limpiezas energéticas.
Cambio de hábitos: En lo psicológico, alejarse de la persona que encargó el amarre y cortar lazos simbólicos también puede ayudar.
Conclusión: entre la tradición y la manipulación
Los amarres y trabajos esotéricos forman parte de la cultura conurbana, entre la tradición, la fe y la manipulación emocional. No importa si creés o no: lo cierto es que hay gente que los hace, que paga por ellos y que sufre sus consecuencias. "Cosecharás tu siembra"
El amor, cuando es forzado, deja de ser amor. Y si necesitás atar a alguien para que se quede, quizás el problema no es la magia, sino la realidad misma, que no es otra cosa que tu percepción, tu incapacidad o comodidad para ser económicamente independiente, o las creencias del gueto cultural en el que hayas crecido.
Ahora, contame: ¿alguna vez viste o escuchaste de un caso real?
Te leo en comentarios al final de ésta pantalla.
Ariel Villar
Café Temperley
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